Aristóteles
en su Ética a Nicómaco dice que los hombres solo son buenos de una manera,
malos de muchas [1].
Así decía el titular de un artículo de opinión del Espectador[2]
(Corruptos somos todos, para mayor
precisión y para no plagiarlo) y naturalmente la primera reacción es la de
hacer un enfático rechazo a la afirmación. Luego de leído el artículo y si uno
tiene cara, si no se miente, si se habla sin eufemismo, es apenas natural aceptar
que seamos corruptos, en palabras sencillas y siguiendo la lógica propuesta.
Habrá quienes comenzarán a ponerle calificativos, a presentar excusas, a
disculparse, porque todo ello igualmente es un problema cultural que también
padecemos. Nosotros no somos responsables de nada y no tenemos las agallas de
reconocer responsabilidades.
Recuerdo mis primeras épocas de empleado, le daban a uno esferos y
lápices, borradores y marcadores, libretas y todos ellos terminaban en la casa
de uno. En mi caso, como usaba mi propio estilógrafo todo terminaba en la casa,
abultando el cajón año tras año. En alguna oportunidad me atreví a decir que no
lo necesitaba y la secretaria que repartía los elementos me dijo: No sea pendejo, que es parte de sus
elementos de trabajo o si no lléveselos a su casa. Más adelante, con el
pasar de los años, tomando conciencia de que no necesitaba llevarme nada de la
oficina y si lo necesitaba lo compraba, simplemente autorizaba para que lo que
me pudiera corresponder lo compartieran con alguien más necesitado. De esta
manera entendí que no le quitaba ya nada a nadie y que podía dormir tranquilo,
como me había enseñado mi papá.
Otra enseñanza de él, que creo que en otra oportunidad comenté,
fue la de hacerme devolver y regresar la plata que me habían dado de más en
alguna tienda. Esta enseñanza he logrado replicarla en algunas oportunidades.
Son enseñanzas que aprendí de mi papá y que con el pasar del
tiempo entendí de él lo que era correcto, sin importar si me veían o no, porque
en últimas era únicamente yo el juzgador de mis propios actos. A esta edad
podría decir que ya puedo dormir tranquilo cada noche, a nadie le he quitado
nada y tampoco he permitido que me quiten algo que es mío, más faltaba!
Y continúo. Somos corruptos, algunos por literalidad de la
palabra, otros, la mayoría, por el convencimiento de que si alguien ya lo hizo,
por qué yo no? Y otros más, porque, como dicen y sostienen los paisas,
particularmente, el papayazo hay que tomarlo, uno no puede ser pendejo y debe
ser vivo para que la sociedad no se lo coma (parte de la pujanza paisa).
Y se es corrupto cuando no se respeta al prójimo o a la ley. Es
corrupto aquel que parquea en lugar prohibido y se excusa con el cinco minuticos que no me demoro; aquel
que se salta la fila porque mi abuelita
se está muriendo; aquella que compra un vestido para usar en el coctel de
la noche y a la mañana siguiente luego de usarlo lo devuelve porque me quedó grande o por la manchita que
tenía acá y que no me había dado cuenta; lo es igualmente aquel que hace la
contravía por la pereza de esperar o por no levantarse temprano (hasta que coja
a alguien y lo mate u otro en las mismas condiciones mate un hijo y ahí sí la
debacle!). Y se es corrupto cuando se bota basura en la calle, -pero si solo fue un papelito!-, y el que pretende colarse, y
el que hace fila tres veces para que le den triple, el que copia la tesis de
internet y así podría seguir con ejemplos.
Por todo esto se puede afirmar que de alguna manera somos
corruptos, sin calificativos, sin eufemismos, porque no respetamos al prójimo y
mucho menos la ley.
Culmina el articulista con las siguientes palabras, acertadas, por
demás: La
lucha contra la corrupción, en últimas, implica cambios estructurales que
empiezan por cada uno de nosotros. Lo que sí es cierto es que cuando dar papaya
no tenga otro sentido más que entregar una fruta, entonces empezaremos a ser
una sociedad más madura; una en la que la corrupción sea, finalmente, una
anomalía.
Pero eso sí no se nos ocurre decir, como solemos hacerlo en otros
eventos, éste es el país que le vamos a
dejar a nuestros hijos? Son nuestra continuación y blablablá, ahí sí no!
Sí, ese es el país de corrupción que le hemos dejado a nuestros hijos y ellos a
los suyos, como lo fue el que nos tocó heredar. Y no hicimos nada, seguiremos
mirando para el otro lado.
A propósito de mirar para el otro lado, no sé si como exculpación,
como explicación no pedida o por sacaculista, he de confesar que he preferido
mirar a otro lado cuando la corrupción la he tenido cerca. No creo en la
justicia ni en los entes investigadores, he visto casos en los que los
denunciantes terminan investigados, he visto cómo en la misma Procuraduría los
investigadores recomendaban abogados defensores, para que le fuera bien en la investigación, decían. He visto tantas
cosas que en la mayoría de casos prefiero mirar para otro lado y sí, pueden
condenarme por este desequilibrio mental que tengo, por un lado despotrico de
los corruptos y por el otro, no hago nada. Mea culpa que me llevaré al otro
lado, pero mientras tanto, me ofende la corrupción y sin eufemismo, me emputan
estas cosas, pero no puedo hacer nada, salvo dar mi ejemplo, que es lo único
que puedo ofrecer, vivir los años que me quedan con decencia, al menos dormiré
tranquilo y moriré de la misma manera, espero!
Y en consecuencia, hoy los artículos de prensa, las protestas del
feis y demás medios sociales se enfocan en la corrupción y la conclusión, como
dice otro artículo Y sentencia: a la corrupción no hay que combatirla
sino destruirla[3]. Para destruirla habrá que empezar eliminando
políticos, foco de toda corrupción.
Somos de verdad tan corruptos?[4]
Otro titular que vale la pena leer. Y el vivo y el bobo[5],
que entre otras dice: “El vivo vive del bobo” dice un adagio
popular y es uno de los refranes que mueven parte del alma de un país que se
enorgullece de su ingenio para conseguir metas por el camino corto, sin que
preocupe cruzar las líneas de lo legal, lo ético o lo decente. Un país en el
que se menosprecia a quien decide ser buen ciudadano porque lo tildan de tonto
o despistado por no sacar provecho personal de cualquier “papayazo”, porque si
el décimo primer mandamiento es “no dar papaya”, el décimo segundo es “papaya
dada, papaya partida”. Los mismos que se burlan de los “bobos”, condenan a los
corruptos y piden castigo, pero pocos aceptan que con sus conductas contribuyen
a enterrar en el fango el interés colectivo.
Y concluye: No se sienten corruptos; se
sienten ingeniosos y vivos porque se colaron sin pagar, porque cambiaron una
multa por una “propinita” (soborno) a un funcionario o se saltaron una norma
traficando influencias. No se siente corrupto el Estado que le viola los
derechos a miles de empleados a quienes llama “contratistas” para no pagarles
lo que la ley ordena por derecho a los trabajadores. No es extraño que quienes
deciden hacer las cosas correctas tengan todo tipo de problemas: “No sea bobo
pague el billetico y eso le sale”; “No sea bobo llame a su amigo”; “No sea bobo
todo el mundo lo hace”. Me entenderán quienes hayan intentado hacer las cosas
bien y sin buscar el atajo: a veces en Colombia es más fácil el camino torcido
que el camino recto. Creo que es tiempo de mirar distinto a esos “bobos” que
pueden salvarnos; tiempo de que se hagan más visibles ellos que los pillos.
Lo que es cierto es que no puedo cambiar el
mundo, menos este país, en que soy un invisible, pero seguiré haciendo las
cosas con decencia, como me enseñó mi papá, mientras se pueda, tampoco soy
mártir, esa época ya pasó.
No todos son malos. Leí en algún
lado y agrego: pero tampoco todos son buenos!
Foto: JHB (D.R.A.)
[1] Ramón
Alonso Peña. La nariz de Darwin y otras historias de la neurociencia.
[2] Julián
López de Mesa S. http://www.elespectador.com/opinion/corruptos-somos-todos
[3] Cristina
de la Torre. http://www.elespectador.com/opinion/no-combatir-corrupcion-destruirla
[4] Santiago Gamboa. http://www.elespectador.com/opinion/somos-de-verdad-tan-corruptos
[5] Yolanda
Ruíz. http://www.elespectador.com/opinion/el-vivo-y-el-bobo
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