Existe un otro? Pregunta que ya ni me
acuerdo por qué me asaltó. (Cosa curiosa,
el desocupado que no tiene otra cosa qué hacer, me recrimina alguien dentro
de la cabeza).
Y estando en eso, pensé en que todo depende
y trataré de explicarlo.
El otro puede ser usted, el otro, el
desconocido, ese que pasa a mi lado y no lo reconozco, ni lo saludo por lo
mismo, ni le sonrío porque no sé quién es, ni qué intenciones tiene, aunque una
sonrisa valga más que mil palabras, pero uno nunca sabe.
O puede ser aquél otro, el que pasa a mi
lado indiferente, sin preocuparse de mi existencia, como no me ocupo de la de
él, porque sabemos que si mantenemos la distancia, ambos somos buenas personas.
El otro puede ser mi par, si es que tengo,
aunque bien visto, siempre lo he de tener, si forma parte de la familia humana,
aunque hay familia de familias, así como hay pariente de parientes, de los que
se saludan de mano o de beso, de los saludados de lejitos y de aquellos que es
mejor no saludar.
También está ese otro, el vecino, con el que
me cruzo esporádicamente en el camino, ese que inicialmente se negaba a ser
saludado, pero que a fuerza de verme quedó obligado a darme una sonrisa tímida
como única forma de respuesta a mi saludo y que luego, ya con más confianza,
pero sin coger el codo, decía buenos días con voz medianamente audible. Ese que
luego saludaba y dejaba aparecer una sonrisa, pero de lejitos, por favor, no me
gusta intimar con nadie que sea yo mismo, porque el otro, siempre será el otro.
Y están los otros, esos que me acompañan a
diario, en mi cabeza, en mi imaginación, esos que son yo sin serlo, y por eso
son los otros, que dan consejos cuando no son consultados, que se ponen
iracundos cuando no son llamados, esos que, en últimas, son la única compañía
en la soledad (y nos llama irónicos..!).
Y los otros que ya se fueron y nada dejaron,
ni siquiera el recuerdo de la lápida, ni el conocimiento familiar por ser
lejanos otros, que ya no volverán, esos otros que forman parte de los otros
desconocidos, a pesar de la familiaridad.
Pero no me refería a ninguno de ellos, de
esos otros. Pensaba en el otro que me resultaba preocupantemente desconocido.
Dicen los que saben que así como es arriba
es abajo. A ese otro me refiero, al que puede existir en el arriba si yo estoy
abajo y en el de abajo, estando yo arriba. A ese otro yo que puede que sí sea
yo pero en otra instancia, en otra estancia, en otra dimensión, ese otro que
dicen que hace lo contrario a lo que estoy haciendo yo, en otra dimensión. Lo
contrario a escribir es leer? De ser así, ya me agradó ese otro, ese que está
en la novena dimensión o en la nonagésima, o está entre las cuerdas, por la
teoría que así lo enseña. O como aquél del experimento, el del gato negro, el
de la paradoja de Schrödinger (ni idea cómo se pronuncia ese nombre, lo copié
textual del sabedor de sabedores, el dotor gugol) y como paradoja que es, puede
que ese otro sea yo, o yo sea el otro, o
que no exista ese otro o, es más, que no exista yo, aunque también puede ser
que ninguno de los dos existamos, que todo se reduzca a una imaginación
momentánea que haya tenido ese Dios que está en todas partes, pero en ninguna,
lo que diría que Dios termina siendo entonces una paradoja, aunque no es tema
que hoy me ocupa.
Y agrega el citado dotor:
El electrón es
al mismo tiempo onda y partícula. Para entenderlo, sale disparado como una
bala, pero también, y al mismo tiempo, como una ola o como las ondas que se
forman en un charco cuando tiramos una piedra. Es decir, toma distintos caminos
a la vez. Y además no se excluyen sino que se superponen, como se superpondrían
las ondas de agua en el charco. De modo que toma el camino del detector y, al
mismo tiempo, el contrario. El electrón será detectado y el gato morirá. Y, al
mismo tiempo, no será detectado y el gato seguirá vivo. A escala atómica, ambas
probabilidades se cumplen de forma simultánea. En el mundo cuántico, el gato
acaba vivo y muerto a la vez, y ambos estados son igual de reales. Pero, al
abrir la caja, nosotros sólo lo vemos vivo o muerto[1].
De allí que puedo ser yo el
que está escribiendo o, si lo prefieren, porque no lo conocen como me conocen a
mí, si es que me conocen, puede ser el otro el que esté escribiendo este blog,
por eso sólo pediría que no abrieran en este caso la caja, para no verme muerto
(de la risa?) lo que algunos podrían desear, si me conocieran, o vivo, para
desgracia de otros o, tal vez, sólo tal vez, no encuentren nada, porque también
puede suceder que en medio de mi santidad, o de la del otro, haya ascendido en
cuerpo y alma y el vacío solo rondaría en una caja negra que nunca contuvo nada
en su interior, porque
Una noche
una noche
toda llena de perfumes, de murmullos y de música de älas,
Una noche
en que
ardían en la sombra nupcial y húmeda, las luciérnagas fantásticas,
a mi lado,
lentamente, contra mí ceñida, toda,
muda y
pálida
como si un
presentimiento de amarguras infinitas,
hasta el
fondo más secreto de tus fibras te agitara,
por la
senda que atraviesa la llanura florecida
caminabas,
y la luna
llena
por los
cielos azulosos, infinitos y profundos esparcía su luz blanca,
y tu
sombra
fina y
lángida
y mi
sombra
por los
rayos de la luna proyectada
sobre las
arenas tristes
de la
senda se juntaban.
Y eran una
y eran una
¡y eran
una sola sombra larga!
¡y eran
una sola sombra larga!¡y eran una sola sombra larga!
Esta noche
solo, el
alma
llena de
las infinitas amarguras y agonías de tu muerte,
separado
de ti misma, por la sombra, por el tiempo y la distancia,
por el
infinito negro,
donde
nuestra voz no alcanza,
solo y
mudo
por la
senda caminaba,
y se oían
los ladridos de los perros a la luna,
a la luna
pálida
y el
chillido
de las
ranas,
sentí
frío, era el frío que tenían en la alcoba
tus
mejillas y tus sienes y tus manos adoradas,
¡entre las
blancuras níveas
de las
mortüorias sábanas!
Era el
frío del sepulcro, era el frío de la muerte,
Era el
frío de la nada...
Y mi
sombra
por los
rayos de la luna proyectada,
iba sola,
iba sola
¡iba sola
por la estepa solitaria!
Y tu
sombra esbelta y ágil
fina y
lánguida,
como en
esa noche tibia de la muerta primavera,
como en
esa noche llena de perfumes, de murmullos y de músicas de alas,
se acercó
y marchó con ella,
se acercó
y marchó con ella,
se acercó
y marchó con ella... ¡Oh las sombras enlazadas!
¡Oh las
sombras que se buscan y se juntan en las noches de negruras y de lágrimas!...[2]
Foto: JHB (D.R.A.)
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