La vida se presenta como una continua mentira [1]
Me vi en sueños, con toga, no supe si griega o romana, caminando sin
rumbo alguno, con la tranquilidad de un pensador de esa época, a pesar de que
sin que fuera visible, era claro que estaba en pleno siglo XXI.
Esa es la ventaja de los sueños, la anarquía, el caos o simplemente la
disfuncionalidad, todas son válidas sin quitarle mérito al fondo del asunto.
Y andaba preocupado por una pregunta que me habían formulado: Es posible
que este mundo cambie? Cada día está más loco, más corrompido, más intolerable,
más invivible.
Y pensaba que con tanta gente, ni siquiera era utópico pensarlo, porque
por donde lo viera, todo indicaba que era imposible que cambiara. El futuro del
mundo estaba en mano de humanos, la raza
superior entre los animales, -eso decían científicos y libros, pero vaya
uno a saberlo con certeza!-. Y estando en sus manos lo único que había probado
era que el mundo cada día estaba peor, sin mencionar los valores, solo viendo
cómo cada vez se destruía más la naturaleza, se le ahogaba con desperdicios y
plásticos, nada más era ver un vertedero de basura o cualquier calle. Estando
en eso miré para el suelo y como por providencial visión en solo dos metros
cuadrados a mi alrededor encontré veinte formas de basura: una botella de
vidrio, tres de plástico, dos papelitos de cualquier dulce, seis colillas,
cuatro bolsas de paquetes de papas y demás, dos bolsas plásticas (cuántas
llevo?), un chicle y una empaque de condones, quién lo creyera.
Me imaginaba que habían sido veinte personas las cochinas que habían
tirado eso, pensando cada una: pero qué
es un papelito? Y lo mejor de todo el cuento era que a un lado había una
caneca, desocupada! No recuerdo bien si era parte del sueño o parte de una de
mis caminatas, poco importa, la anarquía del recuerdo es insuperable. Uno más
uno llegaron a veinte en tan poco espacio. Magnifiqué el pensamiento y alcancé
a divisar el mundo como una cloaca, pero no solo en tierra, los ríos y mares,
el aire contaminado, el ser humano no tenía perdón de Dios, si es que existía y
si existía, debía estar mirando para otro lado para que no se notara su
sonrojo, la vergüenza de haberlo creado a
su imagen y semejanza! Me lo imaginaba. O precisamente lo creó para eso,
para que se encargara, por Él, de la destrucción del lugar en donde habitaba.
Entonces retornaba la pregunta: Es posible cambiar este mundo? Y miré a
mi alrededor y pensé, si se pudiera, se podrían cambiar a la gente que me
rodea? Pensando en no ser tan ambicioso, reduje el panorama a un parque de un
barrio de una ciudad, como ésta. Pero viendo lo que abarcaba mi mirada concluía
tristemente que no, pues si tan solo 20 personas dijeron sin vergüenza ni
sonrojo pero qué es un papelito?
Les importaba un carajo, seguro si les pudiera llamar la atención por su
conducta, más de la mitad me insultarían y con cara de desagrado me llamarían
metido, sapo y demás, porque uribitos hay muchos, ya florecen de manera
silvestre en todas partes y en cualquier esquina. Otros se ruborizarían y
aligerarían en paso y el resto, se haría el desentendido. Pensé entonces, es
que se podrá cambiar el mundo?
Y entre más lo pensaba, más me desilusionaba, bueno más bien iba de esa
manera afianzando mi respuesta, que no necesitaría de millones para que una
universidad gringa lo afirmara, o que Planeación Nacional, también después de
gastar millones demeritara la pregunta.
Y como estaba en un sueño, en fracción de segundos pasaron por mi mente
siglos y siglos y en todos ellos, desde los inicios de la humanidad del sapiens, -a los anteriores se les
perdonaba cualquier conducta porque no eran sapiens-,
solo se veía cómo el uno quería hacer zancadilla al otro, cómo el rico a
joderse al pobre, el pobre al más pobre y el más pobre… Cómo desde esos mismos
inicios y guardadas proporciones, ese sapiens
tumbaba bosques, quemaba madera, contaminaba el ambiente con su porquería y con
su proceder. Antes de Cristo, luego de Él, en el oscurantismo, en la edad
media, en el renacimiento, peor con la industrialización, el siglo de las
luces, el de las guerras, en todos igual, hermanos que no pueden estar
hermanados porque es más la envidia, la necesidad de enriquecerse a toda costa,
que el otro, el prójimo, el hermano cristiano, todos ellos no existen, porque
primero es lo primero.
Y la pregunta contradictoria y vergonzante aparecía, en cada época: Si
no se destruye cómo se quiere llegar a la modernidad? Sin tumbar monte no hay
carretera, sin perforar la tierra no hay petróleo, sin grandes extensiones de
contaminación no se puede llegar hasta donde se ha llegado, hasta un basurero
espacial que unos cuantos, a nombre de unos muchos, han hecho del espacio.
Hasta allí llegaba la respuesta.
Ante la desesperanza, me vi sentado en medio del foro, no recuerdo si el
griego o el romano, aunque parecía más la Santamaría y lo único que pude
murmurar, antes de despertar, fue: Nos
jodimos, este mundo no tiene remedio!
La toga amaneció en el piso!
Para no ser demasiado infeliz es mejor
no esperar ser demasiado feliz [2].
Foto: JHB (D.R.A.)
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