Para iniciar, simplemente transcribo:
Nos
quejamos, como usuarios, por lo que publican los demás y criticamos a las redes
que no controlan las mentiras que circulan entre sus abonados, pero mientras se
hacen esas críticas se comparten contenidos sin dudar cuando aparece una
“posverdad” que se acomoda a la idea preconcebida que se tiene del mundo. Poco
lugar para la mesura y la reflexión. Si están matoneando por algo será y sobran
manos para lapidar y voces para calumniar sin saber si aquello que compartimos
en nuestras cuentas es real o no.
Por
supuesto que las mentiras han existido en la vida pública desde siempre.
Cualquiera sabrá que en la política proliferan de tiempo atrás. Pero la
diferencia es que hoy la mentira se puede convertir en “verdad” revelada en
segundos gracias a la magia del ciberespacio que todo lo multiplica. Una
mentira puede terminar en un titular de prensa o ser el motivo de largos
debates de muchos analistas y expertos que están a la caza de la polémica del
momento para lograr su cuarto de hora de fama sin preguntarse si el hecho que
analizan es real o no. De la mentira terminan comiendo muchos que no la
inventaron, pero que se benefician de ella sin sentirse parte del engaño.
Las mentiras las inventan
muchos sin rubor: algunos que lo tienen como oficio porque les pagan por ello,
pero también muchos líderes políticos y de opinión que ya perdieron la
vergüenza y convirtieron la mentira en su herramienta diaria. Mientras más se
repite y más camina una mentira más “real” se vuelve y detenerla o desactivarla
es casi imposible. Así como es bienvenida esta nueva democracia que hace
participar a muchos en los debates y permite que la información camine con
mayor libertad, así también conviene pensar dos veces antes de caer en la
tentación de hacer clic y propagar una mentira. No nos engañemos: por moderno
que suene no es “posverdad”, es mentira. (1)
Y realmente nos tapamos ya los ojos,
cerramos nuestros oídos, silenciamos las palabras para no seguir oyendo,
viendo, diciendo y repitiendo lo que otros oyeron, vieron o dijeron; ya sea por
indiferencia, cansancio, aburrimiento o simple necesidad de desconectarse de lo
mismo, de los mismos, las mismas cosas y queda uno como repitente reiterativo,
cansón de pocas ideas, necio viejo como el que tanto criticamos en nuestra
lejana juventud.
La nueva cultura, supongo que en
evolución desde hace unos veinte años (¿), es vivir en la mentira, sometidos al
miedo, curiosamente. Por eso no es que sea nueva tal cultura, es la misma de
todos los tiempos pero ya adaptándose a la modernidad del siglo XXI, a su
tecnología y a su propia forma de pensar.
Nos venden ideas, impuestas a través
del miedo o del márquetin, de la publicidad o de la política. Nos manipularon y
en últimas los dejamos que lo hicieran, nos camuflamos como todos, nos
excusamos como todos, nos sometimos y sometimos, cuando pudimos.
Y esta perorata? Dos documentales de
Netflix:
La cultura del porro. Interesante visión de
lo que ha sido la cultura de la marihuana, su evolución, su satanización (ver
nada más a las esposas de Bush y de Reagan pontificando sobre el tema y con eso
digo todo). La mirada de las diferentes posibilidades medicinales que tiene y
también, por qué negarlo, la vida del mariguanero. Pero el punto está en las
razones que llevan a la satanización. Entrevistan a muchos sabios y puede uno concluir
que más fue la persecución que algunos hicieron (tras sus propios intereses, no
de los de la humanidad, aunque escudados en ésta.) Y también saber de cómo se
manipula la opinión, cómo nos venden y nos someten tras argumentos de miedo (de
mi niñez recuerdo cómo nos metieron miedo, además de la mariguana, sobre Cuba y
los comunistas, gracias a Kennedy y sucesores, recuerden que ellos comían niños).
El otro, Get me Roger Stone. Se define como visionario y lobista, aunque es
un manipulador nato. Comencé a ver el documental. De todo lo que oí en los
primeros diez minutos, en tres oportunidades tuve el deseo de dejar de ver este
documental. Demasiada prepotencia, demasiada grosería, una persona que no me
gustaría conocer ni en los mismos infiernos. Pero de tripas corazón me obligué
a ver todo el documental. De la trampa, la mentira, la metida de miedo, todo
eso válido en política, en la economía y en los negocios y para colmo, le
funciona, porque sabe que no nos gusta estar en la trampa, en la mentira ni en
el miedo, pero que las necesitamos para que nos decidamos! Pero interesante ver
otra óptica, así no sea la del bueno. Y claro, dijo muchas verdades que nos
negamos a oír, porque nos encantan los eufemismos, mantenernos distantes,
mantener la distancia para no afectar nuestra zona de confort.
Por eso, concluyo, sigamos con el
eufemismo para evitar ver lo que nos negamos a ver, oír lo que no queremos oír
y decir, lo que no queremos decir ni que nos digan, no hay como olvidarse que
somos permanentemente engañados (aún con las bolsas de plástico). La vida está
llena de contradicciones, qué vamos a hacerle, ya faltan pocos años para que
nos desentendamos de toda esa basura.
aunque hace más de veinte años que cayó el
Muro, en realidad los que crecimos con él lo seguimos sintiendo en nuestra
cabeza.(2)
Foto: JHB (D.R.A.)
(1) Yolanda Ruiz. No es
“posverdad”, es mentira. Columna del Espectador.
(2) Julia Navarro. Dime quién soy.
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