(…) he aprendido que la vida puede ser sencilla y
plena. La naturaleza en general nos muestra el camino de lo simple aunque los
humanos hagamos todos los esfuerzos por complicarlo todo. (1)
Siempre me he quejado
por el hecho de venir a este mundo sin ningún tipo de manual, sin ninguna ayuda
a la que pudiéramos acceder para aprender a vivir, aprender a ser niños,
adultos y viejos y aún para saber cómo se debe morir, en todos los casos al
menos con dignidad.
No hay manual,
aprendemos en el camino, en la mayoría de casos con el ejemplo y las más de las
veces, con un ejemplo que en últimas resulta que no es el adecuado o el mejor.
Aprendemos con lo que
dicen nuestros ancestros, nos educamos con la tradición –en la mayoría de veces
basada en mitos-, nos contagiamos con el temor, la angustia, el chisme, el
murmullo de los demás y de esa manera vamos escribiendo nuestro propio manual
que, en últimas, no es nuestro, es la sumatoria de muchos manuales, todos inacabamos
y casi todos faltos de reflexión.
Somos la suma de
muchos manuales (Así se hace mijo. Mi
herencia es el ejemplo. Espere a que sea padre. Tiene que matarse bastante si
quiere vivir bien. Tiene que tener el último modelo. Mire que lo que conseguí
fue por mi trabajo. Tengo una colección de destornilladores de todos los tipos).
Como dije, manuales
desacertados, caducos, mal elaborados y ninguno genuino, que es lo triste.
Y la respuesta:
Los animales nos recuerdan que todo puede ser más
sencillo, que el goce está por ahí al alcance de la mano y que se puede
convivir con alguien distinto. (...)
No tiene
nada pero tampoco aspira a mucho. Resuelve cada día con un poco de comida, agua
y una dosis grande de libertad para vagar por el mundo y tomarse la vida a su
manera: sin afanes, disfrutando los aromas del ambiente, detallando el vuelo de
una mariposa a la que mira con ojos acechantes o limpiando con parsimonia su
cuerpo entero en un ritual continuo de vanidad sin vanidades.(2)
Y hoy, que ya no tengo que
aparentar, que el quédirán quedó
atrás; que la edad me enseñó a que puedo decir no, sin sentirme rechazado; que
puedo ser yo, con virtudes y defectos; alejado de comerciales, de centros
comerciales y de necesidades no indispensables para el buen vivir; habiendo
aprendido a sentarme en la soledad, a admirar un paisaje o simplemente ver el
vuelo de un pájaro; hacer cosas que realmente me gustan todo con lo cual puedo
decir que efectivamente la vida simple, el cotidiano pasar sencillo es mucho
mejor que ir por el pan en carro o hacer compras inútiles que no llenan el
sabor de la vida, por ejemplo.
No se me mal interprete, no podría
quejarme de la vida ya pasada, la que viví, como debía vivirla, sin manual pero
copiando otros, desafortunadamente, porque nadie me dijo a tiempo qué era lo
que no convenía hacer ni copiar. Pero como filosofía simple he de aceptar que
lo que fue, fue.
Se tratan de reflexiones
sencillas que llevan a pensar que porque como todo lo tengo, nada necesito y como no necesito nada,
todo lo tengo. Cada cual evaluará qué tan sencilla será su vida y qué tan
sencilla la querrá tener.
La compasión es un
sentimiento que practican los cristianos y los budistas, con una diferencia:
los primeros la practican para alcanzar el cielo, los segundos como norma de
vida. Jesucristo fue un gran hombre, con un
valioso mensaje centrado en la caridad, pero aquí tiene cabida lo que una vez
le dijo Mahatma Gandhi a un inglés que lo visitó: "Me gusta el Cristo de
ustedes, pero no me gustan los cristianos. No se parecen en nada a
Cristo". O como dijo Napoleón Bonaparte: la religión es lo que evita que
los pobres asesinen a los ricos.(4)
Foto: JHB (D.R.A.)
(1) Yolanda Ruiz. Elogio de la vida
sencilla. El Espectador.
(2) Ibidem. Y
agrega: Nos dan lecciones todos los días y no entiendo
cómo muchos de esos humanos que se sienten parte de una especie superior son capaces
de maltratar sin razón a los animales que nos dan tanto.
(3) Jorge Gómez Pinilla. La religión hace esclavos
felices. http://www.elespectador.com/opinion/la-religion-hace-esclavos-felices-columna-689887
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