… tenemos
una edad en que nos salen goteras por todas partes.(1)
A partir de la serie Che’s Table, de Netflix he oído confesiones
que a primer sonido son automáticamente rechazadas, pero que si uno las digiere
con cuidado no resultan ser tan, cómo llamarlas?, desagradables?
Al haber sido criados con tanto
eufemismo –me encanta la palabra y palo que le he dado!- con tanto mito y
superstición, con tanta mala leche, si se quiere, hemos llegado a extremos de
rechazo por simples conceptos, pero que me llevan a la reflexión de si no es
hora de ir eliminándolos de nuestro lenguaje para ir, de pasada, educando al
cerebro a un mejor pensamiento.
La primera confesión, el chef Tim
Ruze(2).
Dijo: Soy egocéntrico y agregó que le
gustaba serlo. Por las distintas connotaciones dadas por los que saben, el
egocentrismo lo han llevado a la sinonimia con la pedantería y tal vez por eso
rechazamos de antemano cualquier alusión a tal palabra.
Pero
pensándolo con un poco más de dedicación, por estar atentos a los demás hemos
perdido esencia y presencia y nos hemos desdoblado en seres que no somos, nos
hemos vuelto lo que otros quieren que seamos –individual o socialmente- y así,
para evitar el rechazo de los otros, hemos dejado a un lado nuestros quereres,
nuestros deseos y nuestros más íntimos sueños y pensamientos, olvidando que
somos seres de soledad, hemos nacido solos y moriremos solos (recuerda: Nacemos con un pie en la tumba), a pesar
del mundo que nos rodea y aún del querer de la familia.
Y me pregunto: quién es el que vive?
Por quién vive uno? La mayoría dirán y exaltarán los valores de la sociedad, la
importancia de la familia, la necesidad de los amigos, pero realmente quien ha
de vivir? La respuesta es única, independientemente de otras miradas
subjetivas: Uno es el importante, porque es la vida de uno, ya es hora de dejar
de vivir la vida de los demás y tratar de vivir la de uno. De allí que si se le
da otra visión a lo mal llamado egocentrismo, debe uno concluir que si lo
importante es uno, uno debe ser el centro de uno mismo para guiar su vida.
Naturalmente dentro de cánones de decencia, de ser un buen ser humano y con eso
es suficiente, no lo puedo obviar.
La otra confesión de otro chef,
Virgilio Martínez, peruano con Michelin incluido que llegó a un momento de
estancamiento en su vida, intuí que profesional, reconoció que: Mi mayor dificultad era yo. La extensión
de la frase da para largo y para ancho, como la anterior y eso me hizo devolver
la pregunta a mi mundo: mi mayor
dificultad soy yo mismo? Hasta dónde los mayores obstáculos, los peros, las
objeciones de mi vida no fueron las que dificultaron mi vida? Hasta dónde
dificulté mi propia vida? Esta es una reflexión que me hago para ponderar, sin
pretender retornar al pasado sin regreso, pues es claro que lo que fue, fue.
Tal vez cambie la pregunta hacia el hoy con tendencia al futuro: Soy mi mayor dificultad?
De esta manera, las confesiones
ajenas pueden ayudar a encontrar, reconocer y lograr verbalizar nuestras
propias dificultades.
Como tampoco se sabe cuándo ha de llegar el fatal momento y lo que
resulta también cierto es que la muerte sólo lo visita a uno y el afectado es
uno, ese uno es el que debe
prevalecer para que lo vivido y lo que falta por vivir haya valido la pena.
Naturalmente sólo con la edad me he dado cuenta de esta verdad y ya faltando
poco, por qué no intentarlo?
Imagen de Google (3)
(1) Julia Navarro. Dime
quién soy.
(2) En contexto,
por cosas de la vida ésta le dio un vuelco y de la barriada y las pandillas
a las que pertenecía, se enderezó y terminó siendo chef reconocido, creo que
con Michelin a bordo. Me pregunté al ver el programa si fue el destino el que
encarriló su vida inicial.
(3) https://www.google.com.co/search?hl=es-419&tbm=isch&source=hp&biw=1366&bih=637&q=egocentrico&oq=egocentrico&gs_l=img.
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