lunes, 11 de septiembre de 2017

CONSTITUCIONALITIS CRÓNICA?


Crece el coro de quienes proponen una constituyente para solucionar nuestros problemas. Es, sin embargo, un falso dilema. ¿Es consistente refundar el país cada 25 años? Si algo sabemos los colombianos es que las normas “se quedan escritas”. O, lo que es lo mismo, no las respetamos. Las nuevas, si hacemos otra Constitución, ¿correrían distinta suerte? (1)

País de abogados, herencia maldita del santanderismo, país de leguleyos, eso somos.

Ahora se les metió en la cabeza que todo problema debe ser arreglado por la Constitución, como si por ese solo hecho resultara la panacea a todos los males;  como si no se violara la tal ley de leyes con la misma flagrancia con que se viola cualquier ley. Aprendí que la constitución es solo la base de todo estado, de toda nación y a partir de allí surgen las leyes que permiten el discurrir normal de la sociedad.

Que el acuerdo con la guerrilla el acuerdo tiene que estar dentro de la constitución, que el paramilitarismo debe estar expresamente prohibido en la misma, porque si no nadie respeta ni acuerdo ni existencia de los paras. O la necesidad de acabar con la corrupción, especialmente la judicial, por la vía constitucional. Y entonces surge la corriente de que todo lo que no les guste o les guste demasiado si no está en incluido expresamente en la constitución no tiene validez jurídica. Ja!

Acaso la constitución, al igual que su hija la ley, no son derogables, no son modificables? Alguna vez entendí que el derecho era dinámico y en esa misma medida constitución y leyes se movían de acuerdo con los tiempos. La constitución de 1863 era de las aparentemente inmodificables, de las pétreas dirían los conocedores y sin embargo bastó la palabra de Núñez para eliminarla veintitrés años después cuando dijo: La constitución del 63 ha muerto! Y así, fulminantemente desapareció. Y qué pasó? La vida siguió igual.

Acaso no basta la ley? El exceso de leyes es lo que nos tiene como nos tiene y tal vez por eso nadie las respeta, ni el que las hace, ni el que las aplica y menos el pueblo sobre el cual recae. Porque hay leyes para todo, absolutamente para todo, para permitir, para prohibir, para limitar. Pero a la hora de aplicar la ley ésta pierde poder quedando en manos de intérpretes, glosadores y post-glosadores. Abogados o no, torticeros decían antaño, tergiversadores, malintérpretes, todos a granel, según necesidad, según conveniencia, según interés.

Entonces puedo concluir si por sí misma la ley no tiene poder, para qué la ley?

Oí en una película de Netflix la siguiente frase dicha por un campesino: Qué me importa quién se siente en el trono? Eso digo yo, si para mí no cambia nada, ni nada puedo hacer para cambiarlo o remediarlo.

Anda, ve a poner una moneda en los labios de nuestro difunto amigo. Confiemos en que encuentre más honradez en la otra orilla del río eterno que la que existe en esta. (2)


Foto: JHB (D.R.A.)




(1) Luis Carvajal Basto. Es la corrupción, no la Constitución. http://www.elespectador.com/opinion/es-la-corrupcion-no-la-constitucion-columna-711427
(2) Robert Harris Conspiración. Saga: Cicerón - II

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