lunes, 4 de septiembre de 2017

EL HIJO, UN DESCONOCIDO?


Una pregunta que me asaltó. Pero antes de intentar una respuesta, vino a mí la imagen de mi papá y me vi ante él en diversas ocasiones, de la niñez a la emancipación época en que me casé; por último, vi su imagen cuando ambos ya éramos adultos, él próximo a su desaparición.

Una relación paterno filial, creo que común para quienes tuvimos padres nacidos a principios del siglo XX. Siempre le vi como un hombre viejo pero que imponía la última palabra sin exceso de dictadura, manteniendo claro está el dominio patriarcal; era mesurado, en algunas cosas avanzado para su época y a pesar de ser godo y católico hasta los tuétanos, con una visión de pensamiento que podría decirse bastante liberal, con todo su propio dogmatismo; en muchas cosas práctico, aunque no le funcionaran siempre.

Ya al cuarto de siglo de su fallecimiento, ahora me pregunto qué tan orgulloso se sentía de mí y de todos sus hijos –bastantes por demás-. No tengo respuesta, no porque no la tenga, sino porque nunca nos expresamos abiertamente como se hace hoy; ayer se expresaba como se hacía en esa época, padres e hijos producto de su propia época. Nada para recriminar, simplemente como recordatorio de cómo se hacían las cosas en el otro siglo. 

Amigos? Teniendo en cuenta la época en que nos tocó compartir, entre padres e hijos no podía haber amistad, al menos durante los primeros treinta años de la vida del hijo. Tal vez, podría ser posible luego de que ese hijo fuera padre, momento en el cual padre e hijo se hacían pares en virtud del nieto nacido.

Pregunté en voz alta si él estaría orgulloso de mí, de lo que logró conocerme hasta que murió. En su intimidad no expresada creo que estuvo siempre orgulloso de mí, tal como lo estuvo de todos sus hijos, a pesar de su falta de expresividad. Curiosamente pienso ahora que esa generación no fue extremadamente expresiva en el manejo de los sentimientos filiales, hasta donde conocí. Naturalmente muchos lectores contemporáneos habrán tenido experiencias diferentes, pero esa era la sensación que yo tuve.

No necesitábamos decirnos ni expresarnos mutuamente el sentimiento de orgullo que cada parte tenía de la otra, se entendía tácitamente, no había necesidad de verbalizar el sentimiento, se daba por descontado, como podría decir él, por eso, para qué puntualizarlo?

Y nos tocó a nosotros la época contraria, en la que nos resultó importante expresar nuestro sentimiento hacia nuestra propia progenie(1). Con la generación de padres nacidos luego de los cincuentas la cosa cambió drásticamente, tengo entendido, por aquello de la era de acuario? Expresamos nuestros sentimientos de amor, de cariño, de afecto libremente y se lo hacíamos conocer a nuestros hijos verbalizándolo en voz alta con todas esas muestras propias del afecto: los besos, los abrazos, el constante te quiero. (Solo hablo en este momento de la afectividad, dejando de lado la de la corrección, el regaño, la juetera, para dar una mejor claridad, pues a algunos se les iría la mano en exageración de uno u otro extremo, es cierto).

Pero me pregunto si quedaron rezagos del intermedio entre padre-hijo-nieto?


Tengo un hijo, al que miro creyendo mirarme pero sabiendo también que es el anti-yo. (2)


Foto: JHB (D.R.A.)


(1) Para precisión la progenie no solo es hacia atrás sino también hacia adelante, como me validó Google (https://www.google.com.co/search?q=progenie+significado&oq=progenie&aqs=chrome.1.69i57j0l5.2464j0j7&sourceid=chrome&ie=UTF-8).
(2) Fernando Savater. Criaturas del Aire.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario