Una pregunta que me
asaltó. Pero antes de intentar una respuesta, vino a mí la imagen de mi papá y
me vi ante él en diversas ocasiones, de la niñez a la emancipación época en que
me casé; por último, vi su imagen cuando ambos ya éramos adultos, él próximo a
su desaparición.
Una relación paterno
filial, creo que común para quienes tuvimos padres nacidos a principios del
siglo XX. Siempre le vi como un hombre viejo pero que imponía la última palabra
sin exceso de dictadura, manteniendo claro está el dominio patriarcal; era
mesurado, en algunas cosas avanzado para su época y a pesar de ser godo y
católico hasta los tuétanos, con una visión de pensamiento que podría decirse
bastante liberal, con todo su propio dogmatismo; en muchas cosas práctico,
aunque no le funcionaran siempre.
Ya al cuarto de siglo de
su fallecimiento, ahora me pregunto qué tan orgulloso se sentía de mí y de
todos sus hijos –bastantes por demás-. No tengo respuesta, no porque no la
tenga, sino porque nunca nos expresamos abiertamente como se hace hoy; ayer se
expresaba como se hacía en esa época, padres e hijos producto de su propia
época. Nada para recriminar, simplemente como recordatorio de cómo se hacían
las cosas en el otro siglo.
Amigos? Teniendo en
cuenta la época en que nos tocó compartir, entre padres e hijos no podía haber
amistad, al menos durante los primeros treinta años de la vida del hijo. Tal
vez, podría ser posible luego de que ese hijo fuera padre, momento en el cual
padre e hijo se hacían pares en virtud del nieto nacido.
Pregunté en voz alta si
él estaría orgulloso de mí, de lo que logró conocerme hasta que murió. En su
intimidad no expresada creo que estuvo siempre orgulloso de mí, tal como lo
estuvo de todos sus hijos, a pesar de su falta de expresividad. Curiosamente
pienso ahora que esa generación no fue extremadamente expresiva en el manejo de
los sentimientos filiales, hasta donde conocí. Naturalmente muchos lectores
contemporáneos habrán tenido experiencias diferentes, pero esa era la sensación
que yo tuve.
No necesitábamos decirnos
ni expresarnos mutuamente el sentimiento de orgullo que cada parte tenía de la
otra, se entendía tácitamente, no había necesidad de verbalizar el sentimiento,
se daba por descontado, como podría decir él, por eso, para qué puntualizarlo?
Y nos tocó a nosotros la
época contraria, en la que nos resultó importante expresar nuestro sentimiento
hacia nuestra propia progenie(1). Con la
generación de padres nacidos luego de los cincuentas la cosa cambió
drásticamente, tengo entendido, por aquello de la era de acuario? Expresamos
nuestros sentimientos de amor, de cariño, de afecto libremente y se lo hacíamos
conocer a nuestros hijos verbalizándolo en voz alta con todas esas muestras
propias del afecto: los besos, los abrazos, el constante te quiero. (Solo hablo
en este momento de la afectividad, dejando de lado la de la corrección, el
regaño, la juetera, para dar una
mejor claridad, pues a algunos se les iría la mano en exageración de uno u otro
extremo, es cierto).
Pero me pregunto si quedaron
rezagos del intermedio entre padre-hijo-nieto?
Tengo un hijo, al que miro
creyendo mirarme pero sabiendo también que es el anti-yo. (2)
Foto: JHB (D.R.A.)
(1) Para precisión
la progenie no solo es hacia atrás sino también hacia adelante, como me validó
Google
(https://www.google.com.co/search?q=progenie+significado&oq=progenie&aqs=chrome.1.69i57j0l5.2464j0j7&sourceid=chrome&ie=UTF-8).
(2) Fernando Savater. Criaturas
del Aire.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario