En día de
puente tuve el placer de ver en Señal Colombia una maratón de una serie llamada
Aislados. Programas de media hora en la que pasearon a esa Colombia que no
conocemos y de ser sincero que tampoco conoce el gobierno.
Mulatos,
Venado, Taraira, Jordán Sube, Isla Fuerte, Macarena, Puerto Huina, Salahonda.
Son algunos de los nombres de poblados –alegóricamente llamados municipios- de
Guanía, Vaupés, Chocó, Nariño, Santander, Bolívar- que, al menos yo, jamás
había oído mencionar, salvo uno.
El común de
ellos, el abandono estatal, el olvido de todos, la subsistencia obligada de sus
pobladores a punta de persistencia, de desgano, de sometimiento, de esperanza
también.
El todos,
la belleza de la naturaleza que de continuar así, también terminará destruida.
Muchos al no tener luz, la tala de árboles necesaria para subsistir y poder
cocinar, hacer sus casas. Para poder subsistir, envenenando ríos en búsqueda de
oro. Y el gobierno gobernando desde el escritorio. Me llamaron la atención
algunas cosas. En algunos sitios sin autoridad (en uno hay un inspector que
oficialmente no es inspector porque para ser inspector se necesita ser
abogado); en otros, casi todos, sin servicios básicos, pero eso sí, con celular
a pesar de las maromas que hay que hacer para coger la señal. Y el más triste,
el gobierno gobernando en la lejanía, impidiendo el propio progreso, si a eso
se le puede llamar a la escasa subsistencia: un pueblo minero que por tratar de
hacer una cooperativa de explotadores de oro, desde Bogotá se hizo licitación
de explotación que se cerró el viernes y se adjudicó al siguiente lunes,
naturalmente a una canadiense y mi mente malpensada con dejo de desprecio pensó
en cuántos políticos se enriquecieron con la jugada, cuántos funcionarios
sacaron su tajada a costa de la lejanía, de un pueblo tratando de subsistir.
Naturalmente
escribo desde lejos de esas zonas desesperanzadas, porque no las conozco, a
duras penas sabía de su posible existencia. Es decir, reconozco que pontifico
desde mi cómodo escritorio. No he padecido lo que esos pobladores lo han hecho,
he sido privilegiado en salud, estudios, progreso, mas ellos no y aún así
pontifico.
Entonces
pienso que existen muchas colombias, las de las ciudades, la de los municipios
de acuerdo con su riqueza y la gran mayoría, los pueblos alejados, los
abandonados, los que no cuentan por ser invisibles. Es triste tener una
Colombia olvidada, olvidada por el gobierno, por la autoridad y me atrevo a
decir que igualmente olvidada por Dios!
Eso me
pasa, lo de la depre, por estar viendo desde mi cómoda cama cómo viven los
abandonados de Dios! (Y ya no conozco a Bogotá, cuántos lugares hay olvidados?)
Criollos, mestizos, esclavos e indígenas no formaban un
pueblo unido, sino dividido y lleno de desconfianza mutua. Era una advertencia
que Bolívar nunca olvidó. (1)
Óleo sobre papel. Espátula. JHB (D.R.A.) |
(1) Andrea Wulf.
La Invención de la naturaleza. El nuevo mundo de Alexander Humbolt.
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