miércoles, 24 de abril de 2019

SOLO FIESTAS


Hoy, viendo la lejanía de mi vida laboral, la queja común de lo mucho que uno trabaja parece disiparse en la idea mentirosa de que así es.

Hay diez puentes en el año (es decir tres días seguidos de vagancia), más seis que son fiestas fijas (1º de enero y de mayo, 20 de julio, 7 de agosto, 12 de octubre y 11 de noviembre). Además en un año corriente hay 52 semanas, lo que quiere decir que hay 52 sábados y 52 domingos. Ya vamos en 120 días en el año que no se trabajan. Ahora si se cuenta la semana santa, son siete más (o menos, según el empleador); y si se sigue extendiendo otro más, por la actual costumbre de que las fiestas de fin de año laboralmente se compensan para tomarse la semana completa sea de navidad o de año nuevo, ya irían 134, mal contados en el año. Y eso que el año tiene sólo 365 días, mal contados. Y aún así nos quejamos.

Y si se es estudiante la cosa se amplía más. Vacaciones de fin de año, de mitad de año, la semana santa, la de los vagos inventada por Uribe, las jornadas que no pasan de seis horas porque los niños se cansan, etcétera.

Y si sigo con los empleados recuerdo a aquellos que iniciaban jornada llegando a deshoras, aunque hay que aclarar que la costumbre también impuso que media hora después de llegado no se trabaja, como tampoco se hace al menos la media hora antes de la salida, porque hay que tomar el tinto, hay que ir al baño, etcétera, sin mencionar que esa media hora –de la mañana claro está- se alarga un poco más comentando las últimas noticias deportivas, los devenires políticos o los pesares familiares, porque no hay cosa que más guste a la gente es el pobreteo (nooo, pobrecitooo y esooo?). Sin olvidar, claro está, la salida que tengo que ir urgente al banco a pagar nosequecosas, o ya es hora de ir a comprar las empanadas, porque está haciendo hambre. Las disculpas son miles, practiqué unas, las otras las oí como jefe.

Si sumáramos todo eso, la productividad dejaría mucho qué desear. Y todo el mundo se queja de que no se tienen suficientes vacaciones! Y lo explotados que están siendo sin justificación alguna!

Afortunadamente los pensionados vivimos en permanente festivo y somos explotados, por eso no perdemos la maña de buscarle el tiempito a ir a comprar la empanada o salir al banco a hacer algún pago, dejado algo a propósito para después, dejando que sea un propósito para después.

La verdad es escurridiza, y no estoy a gusto con ella. Ningún loco lo está. Así que, aunque lo escriba bien, quizás esté mal. Quizás esté exagerado. Quizá no pasó exactamente como yo lo recuerdo, o quizá tenga la memoria tan forzada y torturada debido a tantos años de fármacos que la verdad me elude siempre. (1)

Tomado de Google. 15826493_10154725422365168_9125807803752481706_n.png


[1] John Katzenbach. Historia del loco.

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