Por Las famosas alertas naranjas –aunque me pregunto
quién eligió esos colores- sobre la contaminación de las ciudades, inicialmente
Medellín y hoy Bogotá contagiada y las medidas que se adoptan para mitigar sus
efectos, no paro de pensar en la estupidez de esas medidas.
Y me explico, antes de que me caigan encima. Estando
en límites de peligrosa contaminación qué tan válido resulta que se limite la
circulación por un día de una determinada placa. Que por un día se tomen
determinadas decisiones sin poderlas hacerlas más extensibles por el miedo de
los gobernantes a tomar medidas que no resultan populares.
Ante problemas grandes, las soluciones deben estar a
su propia altura, no a la altura de la política, porque se ve mal o porque la
imagen se baja en encuestas.
Si se tienen esos niveles de contaminación las medidas
deberían ser como la de prohibir el uso de cualquier vehículo que parezca
estufa. A los patios! inmovilizado hasta que le cambien el motor, si se quiere
seguir usando, así sin fórmula de juicio, porque es evidente el daño a la
salud, no la del vehículo, que debería ser dado de baja de una vez por todas.
Si se declara la alarma, la solución no es por un día
es decidir que se suspende el tránsito durante el período necesario para que la
contaminación baje a los niveles aceptables y unos días adicionales, sin
fórmula de juicio. Pienso y pontifico para mis adentros que esas medidas
tomadas por los alcaldes, parecen pañitos tibios para un enfermo grave,
declarar un día sin carro como si eso fuera la solución; pues claro, por ese
día bajan los niveles pero al otro día vuelve y juega.
Hay temas en que la opinión pública y las encuestas
deben dejar de ser tenidas en cuenta y éste es uno de ellos. Si estamos tan mal
y vamos a peor, lo mejor es tomar las medidas impopulares necesarias para que
no llegue el momento de persignarnos por no haber dado solución a su debido
momento. Ya lo dijo Humbolt hace más de ciento cincuenta años: Más tarde, (…) escribió
sobre la destrucción de los bosques y los cambios producidos a largo plazo por
la humanidad en el medio ambiente. Al enumerar los tres aspectos en los que la
especie humana estaba afectando al clima, mencionó la deforestación, la
irrigación descontrolada y, quizá lo más profético, «las grandes masas de vapor
y gas» producidas en los centros industriales. Nadie antes de él había
examinado así la relación entre la humanidad y la naturaleza.(1)
Me dan risa igualmente todas esas reuniones que
terminan en tratados internacionales de emisiones de venenos que se
comprometen, sin obligarse, a que en el futuro lejano se bajarán las emisiones,
como si los pulmones de los de hoy aguanten al mañana ilusorio que les espera,
a sabiendas que deben controlarse ya. Reunión de políticos estúpidos amparados
por empresarios con sólo ansias de riqueza, a cualquier precio.
Como ven, ya se me salió el indio, pero hay temas que
me enervan y en los que solo puedo pontificar, dada mi ignorancia, he de
confesar, aunque sólo se requiera de sentido común.
Todo —diría más tarde (Humbolt)— es interacción y
reciprocidad. (2)
Óleo sobre papel. Espátula. JHB (D.R.A.) |
(1) Andrea Wulf.
La Invención de la naturaleza. El nuevo mundo de Alexander Humbolt.
(2) Wulf. Ob. cit.
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