No me referiré a las del alma ni a
las cotidianas del común de la humanidad, que podrán quedar para un tema
posterior. Hago referencia a las sanciones por la comisión de un delito.
Advierto, no soy experto en esa materia, pero como buen pensionado tengo
autoridad para pontificar, por esa misma razón.
Leí un artículo sobre un proyecto
alemán que revive la reincidencia de la era nazi, escrito por un encumbrado
conocedor con suficientes títulos para decir lo que dijo, que no es del caso
traerlos a colación porque el contenido no era propiamente lo que quería tratar
y del que solo comparto una parte(1).
En términos simplistas decía que ante varias reincidencias se debería reajustar
por una pena mayor, independientemente de la gravedad o levedad de las
anteriores penas.
Pienso que el que es bueno y por
cualquier circunstancia va a la cárcel tiene posibilidades de regenerarse, si a
ello hay lugar. Pero el que es hampón, hampón muere y si va a la cárcel no se
regenera ni dándole con qué. Y la muestra está precisamente en la reincidencia,
qué mejor muestra de que la cárcel no regenera? Más bien especializa. Y hablo
de las cárceles colombianas, latinoamericanas, asiáticas, africanas, en donde
la sobrepoblación es tal que donde cabe uno caben diez y no de las gringas que
en películas nos presentan como hotel, con servicios incluidos.
En ese hacinamiento que además
genera competencia de territorio, de malquereres, de sálvese quien pueda,
quién, por más carácter que tenga, se regenera?
A pesar de los grandes sabios
penalistas, llamados positivistas particularmente los italianos, que predicaban
la cárcel como mecanismo corrector, así fuera a través del miedo o la
intimidación como puede pensarse que es el objetivo final. Y aún creo que
siguen predicando que la cárcel es el medio de corrección de faltas, mecanismo
regenerador. En mi limitada mente y en mi poca experiencia con el tema, insisto
en que el que es hampón es hampón y no se regenera, aún así lo quisiera.
Y si una persona reincide, -lo que
supone que ya estuvo en la cárcel-, permite concluir que de nada le sirvió el
correctivo, tal vez se especializó, como dije, sea en la artimaña o en las
amistades.
Y pensando en las cárceles, a pesar
de su penuria, el recluso termina siendo un mantenido –comida, habitación,
recreación gratis y libre de impuestos- a costa del contribuyente o quién es el
que lo paga? Por qué no deben retribuir su condena con trabajo, como las
colonias agrícolas de antaño o como mano de obra para infraestructura? Ya oigo
a muchos decir: No, pobrecitos, ellos
también tienen derechos. Ja! Como si las víctimas no los hubieran tenido.
Creo que los que menos derechos tienen son precisamente los presos (y para
soportarlo de otra parte, ellos pierden legalmente derechos, como el de
locomoción, como el de la libertad, como el de elección, precisamente como
parte del castigo impuesto).
Y nada qué decir sobre las penas. Son risibles, como
lo predican los gringos con sus absurdos éticos. Condenados a pena de muerte y
tres cadenas perpetuas más, pero si se vuelve soplón le perdonamos la muerte y
una cadena… Aquí ya no es tan distinto con los llamados beneficios
penitenciarios de buen comportamiento, de estudios, de colaboración y demás,
con los que una condena a cinco años, con año y medio se sale con el abuso o la
compra de tales beneficios. Todo ésto sin mencionar la corrupción adicional que
hay entre los vigilantes de presos que permiten el tráfico de todo lo que pueda
comprar la plata. Y todos se suponen que están corrigiéndose, resocializándose,
como se dice ahora.
Por esto es que soy partidario de la
pena de muerte para asesinos, violadores y políticos, si se me permite entre
otros, porque para qué mantenerlos a costa del erario –por no decir los
contribuyentes-. Ya sé que me saltarán muchos para contradecirme con argumentos
de humanidad, de hipócrita sensatez, ya los vería yo víctimas de violación o
familiares del asesinado encontrándose en las calles a su victimario
socializado!
El que la hace la debe pagar o si se
quiere, sin eufemismo, así sea con su vida ya que no tuvo consideración en su
momento con la víctima. Ojo por ojo? Pues sí, qué le vamos a hacer.
Cuando fuera mayor, él también aprendería a
decir cosas que no eran del todo ciertas sin estar mintiendo.(2)
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