(Ella) era en cambio goda de ultraderecha, una
conservadora de racamandaca: ferviente, ardorosa y apasionada seguidora de
Laureano Gómez.
De
la lectura de ese libro, bastante bueno por demás, me hizo recordar el odio
heredado, particularmente en materia de religión y política, que fueron
principios adquiridos por abuelos y padres, casi por ósmosis, como se solía
hacer en aquellas épocas anteriores a este siglo (hoy siguen lo mismo pero más
sutiles, sutilmente involucradas en las redes sociales).
Muchos
de ellos sin tener idea de la significancia ideológica que cada una de ellas podía
representar en materia política. Naturalmente me califiqué como godo, pero en
últimas sin tener conciencia ideológica o práctica para serlo, simplemente uno
debía estar en alguna de las dos tendencias dominantes, y nunca de las rojas de
comunistas, socialistas o anapistas, líbrenos el señor, por ser inaceptable.
Decía
que era herencia propia de la época y que venía a su vez del siglo anterior,
dónde se era más provinciano que un provinciano. Se tenía que estar en algún
partido, así de simple y hasta recuerdo haber visto, en una época bien lejana,
algún recibo en el que se descontaba un porcentaje del sueldo de mi papá a
favor del partido. Era godo, de los de su época, aunque moderado, supongo que
ahora pensando a modo de hijo, aunque el tema político nunca se tocó en la casa
y eso que mi mamá se decía liberal, no sé si por llevar la contraria,
sinceramente no lo sé.
Lo
que sí sé es que a mí generación le tocó la transición de pensamiento político,
tal como se había heredado. Dejamos de pensar en ello con el tiempo, supongo;
dejamos diluir la amistad sin ser factor importante o necesario el vínculo
político. Y poco a poco dejó de interesarnos la política, como conversatorio
diario, vivíamos nuestro propio afán.
Y
los partidos de igual manera dejaron diluir sus propios ideales, como ocurrió
en todo el mundo, pues perdieron su filosofía, por irse tras el poder, cuando
ganaban, o contra el poder, cuando perdían, todo se centró como vocación, en
todos ellos, en repartir el botín y cobrar sus cuotas. Ya hoy no se vota por
partidos sino por caras, si nos caen o no bien. A eso se ha reducido todo, pues
los idearios ya no existen, a pesar de estar escritos en sus estatutos, que no
son otra cosa que un viejo saludo a la bandera que nadie acata, que nadie
recuerda.
Quiero romper con toda mi vida anterior, que hasta ahora ha sido una
inutilidad y una mentira. Te confieso que aún no sé cómo se rompen las
mentiras.
Tomado de Facebook
279115636_541375104020001_6730783886157157987_n
Líbranos del bien. Alonso Sánchez Baute
No hay comentarios.:
Publicar un comentario