lunes, 16 de mayo de 2022

LA LUNA

             A propósito del eclipse lunar, con su colorido rojizo, el cual no pude ver porque un pensionado a esas horas no puede estar en esas lides y a un programa de la DW en la que la luna hablaba en primera persona, como lo hacía el hígado de Juan cuando antaño se expresaba en la revista Selecciones, me hizo hacerme una serie de preguntas, retóricas, claro está.

 

            La primera de ellas era si ese satélite ya estaba escriturado, pues han sido como diez, si no entendí mal, los alunizajes que han ocurrido hasta la fecha. Naturalmente los gringos, al ser los primeros, debieron decir: esto es mío. Y para que no se notara demasiado ese mío, argumentarían que lo hacían en nombre de toda la humanidad, de las democracias. Naturalmente se entiende que ellos son los representantes directos y únicos de la humanidad. Lo mismo habrán pensado rusos y chinos, que son los que han llegado.

 

            Pero como es connatural con el hombre por el solo hecho de pisar ese suelo lunático ese mío conlleva la natural escrituración, automática y sin apelación. Y de allí me preguntaba, con qué derecho? Supongo que del derecho divino que creen tener los gringos (rusos y chinos) y por el bien de la humanidad, aunque detrás esté la mezquindad, la mera mezquindad.

 

            Y entiendo que fuera de explorar dejaron basura, ahí sí, claro está, ninguno dijo esa basura es mía, pero la dejo como constancia de que por aquí estuve y, por tanto, es mío. (El hombre siempre con sus cagadas, si no las hace a la entrada, las hace a la salida, esa es su historia, su eterna historia).

 

            Y podría plasmas infinidad de preguntas, pero creo que con esas dos bastan, supongo que la luna ya está hasta hipotecada y la tierra de nadie, que debería ser de nadie, al ser de todos, ya tiene dueños, sin saber cuándo nos expropiaron a todos. Una eterna realidad.

 

A Linda le dio la sensación de que sería incapaz de salir de aquella habitación. Como si él la hubiese encerrado, pero no con una llave, sino con el tiempo que le había concedido para prepararse: una hora, ni un minuto más. —Cuando se trabaja con llaves, la vida se llena de sentido —aseguró Håkan Holmberg con una sonrisa—. Abrir y cerrar es la verdadera misión del hombre sobre la Tierra. Puñados de llaves tintinean a lo largo de la Historia. Y cada llave, cada cerradura, tiene también su propia historia. Esta es una más.[1] 

Foto JHB (D.R.A.)



[1] Antes de que hiele. Henning Mankell.

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