lunes, 2 de mayo de 2022

ARQUETIPOS

             Por estar pasando canales, en búsqueda del mejor distractor al aburrimiento, me encontré con un desfile de modas de los grandes modistos del mundo (Chanel, Saint Laurent, Dior y demás) en donde lo más llamativo son sus vestuarios, de los que sinceramente no me pondría (pues un pobre jamás podrá hacerlo) ni acompañaría a alguien que los luciera, por lo estrambóticos, rimbombantes y ridículos que resultan ser.

 

            Ese fue el primer pensamiento que tuve. Pero luego me concentré en las modelos y de todas las que pudieron pasar por mis ojos, no había ni una sola que pudiera llamarse bonita, que valiera la pena pasear la mirada ante la belleza. Ni una sola, todas ellas muy comunes, pero dentro de las comunes, ninguna bonita. Y agregado a esa falencia, mujeres con miradas perdidas, con mirada de bacterióloga (como decíamos en algún tiempo pasado), esa mirada que ve al resto de la raza humana por debajo de sí mismas. Además huesudas (como diría mi mamá, sin carne), anoréxicas, de las que uno teme que se caigan y se rompan en mil pedazos. Los movimientos medidos, pasos calculados, mirada fija en el infinito, creyéndose diosas de las que sienten que solo les debemos respeto.

 

            Esos dos ingredientes, ropaje y postura, crean un arquetipo que piensan que la gente del común admirará y seguirá, copiará y venerará (aunque es cierto que las hay las que desean emularlas), pero que, para la gente común como yo, para nada envidian, por ser arquetipos que no lograrán ser emulados, por falta de plata o por tener el concepto de belleza en un rango más alto o como en mi caso, por las dos razones, entre otras, porque no llegan ni a prototipo.

 

            Pobres mujeres, pensé y ellas dirán de mí, pobre hombre. (Así quedamos empatados, etiquetándonos mutuamente).

 

Fueron sobremanera imitativos, pero el instinto del juego sólo estaba levemente desarrollado y el sentido del humor casi estaba ausente del todo. El hombre primitivo se sonreía ocasionalmente, pero nunca se entregaba a la risa vigorosa. El humor fue un legado de la raza posterior de Adán.[1] 

Tomado de Google
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[1] Libro de Urantia. 63:4.2 (713.8)

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