Como título de cualquier película de Star Trek, oí un programa en que un anciano abuelo preguntaba a sus nietos cuáles nombres tenían para la vejez. Ellos empezaron a mencionarlos: carroza, anciano, viejo, vejete, abuelo, canica (y el abuelo se rio y señaló que efectivamente porque ya estaban a un paso del hueco) y siguió una larga lista.
Pensaba en la generación que
continuaría y en mi propia orfandad me
di cuenta, sin notarlo inicialmente, pero tratando de digerirlo
subsecuentemente, que la siguiente generación que debía abandonar este mundo
era precisamente la mía, ya que la anterior, mis padres, ya se habían ido.
Y eso, sin consentirlo, pero
sintiéndolo, me dejó sin palabras. Soy la siguiente generación.
Una vez más quedaba sin
palabras.
… aun a sabiendas de que era una pregunta
bastante tonta y de evidente respuesta. Pero eso hace uno en estas situaciones…
¿no? En los velatorios se preguntan obviedades.[1]
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