Cuando se me presenta un
problema procuro ver las posibles vías de solución, no es que sea muy
inteligente, son cosas que se me vienen a la cabeza, naturalmente después de
solucionado el problema veo que la solución era más fácil de lo que
pude pensar. Esas son cosas de la vida.
Una de ellas, tal vez lo
mencioné alguna vez, era al notar la ausencia de mariposas y abejas donde antes
eran notoriamente reconocibles. Un problema que se nos pasa porque… no es
problema para nosotros, aunque para mí, pobre anónimo, es cuestión de extrañarlas.
Y pensé que en los parques deberían construirse colmenas, nada del otro mundo,
aunque sí ubicadas en alturas inalcanzables para los indeseables que desean
aprovecharse de ellas. Era solo una solución que se me ocurrió y no demasiado
costosa.
Otra, viendo cómo se despoblaban
los pueblos, vino a mi memoria la existencia de conventos inhabitados, casi
abandonados y de esas consagradas monjas de antaño que hacían caridad sin
esperar demasiado. Viendo uno de ellos pensé en por qué esas religiosas no
montaban su negocio abriendo ancianatos, no para pudientes sino para
abandonados, con cargo a recursos del municipio, aunque ya sé que éstos
prefieren botarlos con sus amigotes, pero por una vez podrían hacer una
excepción, me consolaba.
De esa misma manera veo casas
totalmente abandonadas, con peligro de demolición, que llevan años sin pagar
los consabidos impuestos. Una forma de evitar ocupas o de dar alguna forma de
vivienda a desplazados y menesterosos sería que se rehabilitaran medianamente
esas casas y como por falta de pago de impuestos podían pasar a las arcas
estatales éste podría cederlos, con limitaciones, claro está, a esos
necesitados, una forma de amortiguar tanta pobreza. Aunque aclaro, esa cesión
no puede ser gratuita, porque al pobre no se le puede regalar nada, debe
pedirse algo a cambio, que ayude a levantar la vivienda, que colabore con algo,
para que pueda saber que hay parte suya en el esfuerzo y de esa manera asuma
una sensación de pertenencia o al menos de compromiso, digo yo.
Ya que los gobiernos botan tanta
plata en tantas cosas inútiles disfrazadas de grandilocuentes discursos, esas
ideas no serían tan alocadas ni costosas, dice un anónimo viejo que solo piensa
en voz alta, a sabiendas de que nadie escucha.
Todos regresaremos un día a la oscuridad
cuando se apague el sol —añadió con ojos risueños—. «Aunque mi alma caiga en la
oscuridad me alzaré en plena luz».
Tomado de Facebook
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