lunes, 22 de abril de 2024

MITOS

                 No sé si la palabra sea la apropiada, entendida como explicaciones que buscan expresar las ideas ancestrales de un pueblo acerca del mundo en el cual vive, según me indica Wikipedia o podría ser leyenda, o fábula, o puro cuento.

             La cuestión es que ya se implementó una indefinición sobre la misma definición y hoy hablamos con una propiedad meridional de mito y hasta de mito urbano. Es este al que me pueda estar refiendo y supongamos que es así, ante mi imprecisión lingüística.

             La cuestión es sobre algunas apreciaciones que recibimos de los pasados, tales como: Si le rasca la palma de la mano derecha le va a llegar plata (ni se le ocurra rascarse porque se le va); si la izquierda, por lo siniestra que es, le van a cobrar algo; no es conveniente pasar debajo de una escalera, no es de buen agüero, como no lo es cruzarse con un gato negro (pobre animal estigmatizado). Cuando le pidan que pase la sal no la entregue en la mano a quien la pide, debe dejarla en la mesa para que el otro la recoja, sin contacto alguno. Ojo con el viernes 13 (y hasta con el martes 13) y muchas otras frases oídas a lo largo de los años que implican o buena o mala suerte, aunque generalmente la segunda.

             Mitos que se convirtieron en urbanos de tanto oírlo de nuestros pasados y de nuestra repetición a la siguiente generación y eso nos llevó a creer en ellos y a darles cierto grado de veracidad, de alguna manera.

             Hay otro, el de las botellas llenas de agua para que los perros no se orinen cerca de ese lugar. No sé si es que los perros no tienen la capacidad de entenderlo, pero resulta que mis perros nada más ven una botella de agua en un poste lo primero que hacen es alzar la pata y orinar en ellas, o es que tal vez nos están enseñando que los mitos urbanos son meras estupideces humanas.

                       De algunos de los mitos urbanos nos reímos sin sonrojo, pero de otros queda uno con la duda de su veracidad, por aquello de que las brujas no existen, pero que las hay, las hay.

             Mitos urbanos sin soporte sicológico, filosófico ni científico. Aunque pensándolo bien la consecuencia del pensamiento puede ser el resultado de la autosugestión y no de las maldiciones que se suponen encarnan cada una de ellas.

             Y mito es a leyenda, lo que ésta es a ficción, o quimera si se quiere o simplemente es un mero cuento que oídos de nuestros mayores que a su vez fueron oídos de sus otros mayores o de los del más allá.

             Por tanto, todo este discurso es un mero cuento de un viejo desocupado que no tenía nada qué decir, pero que, por si las moscas, encontró un tema.

 

Le entristecía que en estos tiempos ocurrieran tantas cosas en Internet y que, de repente, cualquier guerrero del teclado se convirtiera en «comentarista», «especialista» o «recopilador de noticias». Faltaba control de calidad. Todo el mundo creía tener algo que decir y no pensaba callarse. La ciudadanía probablemente se considerase mejor informada que nunca. Y lo estaba, pero no siempre con la verdad.[1]

 

 

Tomado de Facebook
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[1] El eco de las mentiras. Ian Rankin.

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