No sé si la palabra sea la
apropiada, entendida como explicaciones que buscan expresar las ideas
ancestrales de un pueblo acerca del mundo en el cual vive, según
me indica Wikipedia o podría ser leyenda, o fábula, o puro cuento.
La cuestión es
que ya se implementó una indefinición sobre la misma definición y hoy hablamos
con una propiedad meridional de mito y hasta de mito urbano. Es este al que me pueda
estar refiendo y supongamos que es así, ante mi imprecisión lingüística.
La cuestión es
sobre algunas apreciaciones que recibimos de los pasados, tales como: Si le
rasca la palma de la mano derecha le va a llegar plata (ni se le ocurra
rascarse porque se le va); si la izquierda, por lo siniestra que es, le van a
cobrar algo; no es conveniente pasar debajo de una escalera, no es de buen
agüero, como no lo es cruzarse con un gato negro (pobre animal estigmatizado).
Cuando le pidan que pase la sal no la entregue en la mano a quien la pide, debe
dejarla en la mesa para que el otro la recoja, sin contacto alguno. Ojo con el
viernes 13 (y hasta con el martes 13) y muchas otras frases oídas a lo largo de
los años que implican o buena o mala suerte, aunque generalmente la segunda.
Mitos que se
convirtieron en urbanos de tanto oírlo de nuestros pasados y de nuestra
repetición a la siguiente generación y eso nos llevó a creer en ellos y a
darles cierto grado de veracidad, de alguna manera.
Hay otro, el de
las botellas llenas de agua para que los perros no se orinen cerca de ese
lugar. No sé si es que los perros no tienen la capacidad de entenderlo, pero
resulta que mis perros nada más ven una botella de agua en un poste lo primero
que hacen es alzar la pata y orinar en ellas, o es que tal vez nos están
enseñando que los mitos urbanos son meras estupideces humanas.
De algunos de los
mitos urbanos nos reímos sin sonrojo, pero de otros queda uno con la duda de su
veracidad, por aquello de que las brujas no existen, pero que las hay, las hay.
Mitos urbanos
sin soporte sicológico, filosófico ni científico. Aunque pensándolo bien la
consecuencia del pensamiento puede ser el resultado de la autosugestión y no de
las maldiciones que se suponen encarnan cada una de ellas.
Y mito es a
leyenda, lo que ésta es a ficción, o quimera si se quiere o simplemente es un
mero cuento que oídos de nuestros mayores que a su vez fueron oídos de sus
otros mayores o de los del más allá.
Por tanto, todo
este discurso es un mero cuento de un viejo desocupado que no tenía nada qué
decir, pero que, por si las moscas, encontró un tema.
Le entristecía que en estos tiempos ocurrieran
tantas cosas en Internet y que, de repente, cualquier guerrero del teclado se
convirtiera en «comentarista», «especialista» o «recopilador de noticias».
Faltaba control de calidad. Todo el mundo creía tener algo que decir y no
pensaba callarse. La ciudadanía probablemente se considerase mejor informada
que nunca. Y lo estaba, pero no siempre con la verdad.
Tomado de Facebook
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