lunes, 8 de abril de 2024

LIBROS

             Dice la RAE que libro es entre otras: Conjunto de muchas hojas de papel u otro material semejante que, encuadernadas, forman un volumen. 2. m. Obra científica, literaria o de cualquier otra índole con extensión suficiente para formar volumen, que puede aparecer impresa o en otro soporte.[1]

                 Con esta simple palabra con el solo hecho de oírla creo reconocer que de alguna manera el diccionario se va quedando atrás, por noción y por técnica, dados los avances de esta modernidad, pero supongo que la academia debe estar trabajando a buena velocidad para actualizarse, para bien o para mal.

                 Quienes vivimos la edad del libro, como documento de papel impreso en tinta, incluida encuadernación, independientemente de su contenido, reconocemos al oír mencionar su nombre de qué se trata el asunto y siempre a nuestra cabeza su sola mención la relacionamos con esa impresión que podemos palpar, con ese olor a papel, nuevo, recién salido de la imprenta, con olor a tinta. O con ese otro olor, de libro viejo, para cuando no podíamos adquirir la versión nueva; con olor a biblioteca, olor a viejo, sin querer demeritarlo, no con ese olor que se supone nos identifica a los viejos, sino de aquel otro, de anaquel, a papel de antaño, de hojas… difícil de explicar, pero que cualquier viejo como yo sabe entender, ese olor tan característico que solo los viejos lectores podemos recordar gracias al recuerdo.

                 Hoy, por el contrario, la noción de libro es tan intangible como la misma noción. Ya no necesitamos papel para poseerlo, para tenerlo, para degustarlo. Ya no hay olor a tinta o a papel, nuevo o añejo, ni a lomo, ni a olor a biblioteca. Es un intangible que se visualiza a través de una pantalla, cuyas hojas (otra noción que se va desvaneciendo de su sentido primitivo); decía que cuyas hojas se deslizan con la rapidez con que el dedo o el afán lo permitan, sin sentirse ni palparse la hoja.

                 No se tomen mis comentarios como una queja, como añoranza o comentario de viejo, porque no es así. Aunque advierto que cuando comenzaron a salir los libros digitales, con sus consiguientes tabletas y programas que permitían leer, fui uno de los que rechazó de plano cualquier intento para acceder a ellos, fui uno de los que rechazaban la idea de la suplantación. Parecía, aunque en esa época no lo era, como un viejito de antaño, que no entiende razones, arraigado en sus creencias, que se negaba categóricamente a aceptar la modernidad. Lo fui, he de confesarlo y hasta recalcitrante, si se quiere, hasta que me atreví a probar la nueva tecnología, con remilgo, con prurito y hasta con temor. Pero logré acomodarme a la tecnología y a sus avances. Cedí a la tentación y hoy por hoy solo leo libros digitales, ya que a los otros, los libros de antaño tan queridos es muy poco lo que me les acerco, entre otras razones, por el precio, si he de confesarlo, pues de ser así hoy no podría darme el lujo de leer entre tres y cuatro libros mensuales y además he de reconocer que gracias a las páginas (de internet, aclaro), gratuitas por demás, han permitido tener a mi alcance una infinidad de libros para lo que resta de mi vida, si Dios lo permite, diría un buen católico.

                 Todo está a mi alcance y gratis, sin necesidad de ser pirata bajando libros -como en su momento también lo fui-, pues ahora tan solo acudo a la tecnología que me los facilita.

                 En fin, el cuento de la palabra venía a cuenta de la necesidad de avanzar también lingüísticamente, tarea de las academias, pues a pesar de que se conserven las palabras de libro, tomo, hoja, ya no son las mismas que antaño conocí, a pesar de la coexistencia que se mantiene, es claro.

                 En fin, tampoco es el fin del mundo, me digo, con este punto y aparte, continuaré con mis lecturas digitales.

 

Y puedo cambiarte el nombre

Pero no cambio la historia

Te llames como te llames

Para mí tú eres la gloria.[2]



[1] Wikipedia trae una definición más interesante: Un libro (del latín liber, libri) es una obra impresamanuscrita o pintada en una serie de hojas de papelpergaminovitela u otro material, unidas por un lado (es decir, encuadernadas) y protegidas con tapas, también llamadas cubiertas. Un libro puede tratar sobre cualquier tema. Según la definición de la Unesco, ​ un libro debe poseer veinticinco hojas mínimo (49 páginas), pues de veinticuatro hojas o menos sería un folleto; y de una hasta cuatro páginas se consideran hojas sueltas (en una o dos hojas). ​También se llama «libro» a una obra de gran extensión publicada en varias unidades independientes, llamadas tomos o volúmenes. Otras veces se llama «libro» a cada una de las partes de una obra, aunque físicamente se publiquen todas en un mismo volumen (ejemplo: Libros de la Biblia). No obstante, esta definición no queda circunscrita al mundo impreso o de los soportes físicos, dada la aparición y auge de los nuevos formatos documentales y especialmente de la World Wide Web. El libro digital o libro electrónico, conocido como e-book, está viendo incrementado su uso en el mundo del libro y en la práctica profesional bibliotecaria y documental. Además, el libro también puede encontrarse en formato audio, en cuyo caso se denomina audiolibro.

 [2] Secretos de Amor. Joan Sebastian.


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