Uno quisiera tener una memoria prodigiosa, tener una memoria fotográfica. Anhela tener poderes, de videncia, de teletransportación, de predicción, si ello fuera posible. Quisiera leer y conocer el futuro, ser predictivo, solucionarlo, corregirlo, modificarlo. Ser genio, en una palabra, ser el non plus ultras, el solucionador de la humanidad.
Pero pensándolo bien, todo ese
prodigio podría ser una maldición. Si se piensa bien qué tal poder predecir la
muerte de una persona, en buen estado de salud, claro está y saber que se muere
dentro de las siguientes horas y sin poder interferir en ese futuro, lo máximo
que se podría sería el poder anunciarlo, pero quién le creería y también es
cierto que el poder decirlo podría generar mayores problemas, quién creería si
los hombres estamos diseñados para no creer, si no le creyeron a Jesús cuando
estaba vivo, cómo creerle a cualquier anónimo cristiano que le diga a uno que
está próximo a morir, sin mencionar los problemas policíacos en los que se
metería.
Y uno, con esos poderes, estaría
en capacidad de asumirlos? De decir lo que no se le debe decir a nadie y
guardar secretos que solo el futuro conoce? Sí, debe ser una maldición.
Muchas veces es mejor no desear
lo que uno no está preparado para asumir. Las maldiciones son peligrosas, como
los deseos.
La vida nos envía mensajes sin parar, y luego
se sienta por ahí y se ríe al pensar en qué vamos a hacer para descifrarlos.[1]
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