miércoles, 22 de junio de 2016

DESTINO Y FRASES AJENAS.


!Suspende tu curso, clepsidra, y retén tu agua,
porque el instante es propicio y quisiera que el tiempo
se detuviese para que este instante durase para siempre!

Oriana Fallaci. Un Hombre.

Algunos de mis pensamientos se ven materializados en palabras ajenas, dichas en su gran mayoría por grandes literatos, sin querer pretender igualarme a ellos, solo que hay grandes frases que encierran pensamientos que comparto de alguna manera (Ya se enredó, me oigo decir. Deje así o termina enredando tanto el tema que terminará sin decir nada, agrega mi alter ego).

Esas frases que condensan pensamientos ajenos se han presentado a lo largo de mi camino y los he copiado para el día en que me pudieran servir, no sé, para algo. Como por ejemplo, para el blog de hoy, idea que me surgió en momento de ocio, ocio (como si hubiera otro, me dije).

He querido escribir sobre el destino y la condenación a él. No he podido estructurar mi pensamiento, pero encuentro a quienes sí lo han logrado:

“Según Crisipo (…) ‘el destino es una disposición natural de todo, desde la eternidad, de cómo cada cosa sigue y acompaña cada otra cosa, y tal disposición es inviolable’. Por tanto el porvenir ‘está ya escrito’, como suele decirse: en realidad no hay futuro, porque no hay novedad ni incertidumbre en lo que ha de ocurrir, sólo ignorancia de nuestra parte para preverlo. El orden universal se despliega como una tela pintada que se va desarrollando paulatinamente pero donde nada puede aparecer, salvo lo que ya sabemos que está representado previamente en ella. En ese cuadro que se va desvelando poco a poco estamos también cada uno de nosotros, con todos los incidentes que van a ocurrirnos en la vida: por tanto no ya nuestra libertad sino nuestra misma capacidad de acción (si por ‘acción’ se entiende la posibilidad de intervenir en el curso de lo real y no simplemente de seguirlo) quedan seriamente en entredicho.” (Savater, las preguntas de la vida)

Oriana Fallaci (Un Hombre) aludiendo al tema y a la inteligencia que nos persigue después de la embarrada, señala que “Se comprende siempre después, puesto que comprender a tiempo sirve para obstaculizar el destino ya escrito.”

Y todo esto me lleva a pensar cómo un incidente o un accidente, sin saberlo, cambian el rumbo de la vida o modifican un destino. Un hecho, aparentemente externo a la voluntad, genera otro diferente al presupuestado, al querido y aún al deseado.

Aunque pensándolo, si era el destino, el incidente o el accidente no modificaron nada, simplemente fue el medio para corregir el camino, dado que el incidente o accidente era el destino final, si uno se atiene a que está de acuerdo a lo previsto por los cielos, mucho antes de que sucediera; lo único que hizo fue corregir el camino ya trazado. O era el mismo destino que ya lo tenía previsto? (Pare ahí o termina de enredar todo, como siempre! Sigue insistiendo ese yo que intenta ridiculizarme).

No era lo que tenía en mente, pero el destino se encausó en este blog. Es una pregunta que me ha rondado desde hace tanto tiempo que, evadiéndola, trataba de mantenerla lo más alejada de mi pensamiento. Tal vez sea otra de las preguntas que uno no debería hacerse, pero como ya está hecha, por qué no divagar un poco sobre ella? Si se tiene en cuenta que “Las maneras de conjurar el destino son muchas y casi todas vanas.” (Ensayo sobre la lucidez. Saramago), entonces recaeré en vanalidad de pensamiento.

A la vez surge mi eterna contradicción “No creo en el destino, pero no ignoro que en la vida de cada uno de nosotros hay una parte que depende de nosotros y otra que depende de los demás. Obsérvese que nosotros somos los demás de los demás.” (Saramago. Fragmento de El Evangelio según Jesucristo), pero “El destino, cuántas veces hará falta decirlo, es una caja como no hay otra, que es abierta y cerrada a la vez, miramos dentro, y podemos ver lo que ha sucedido, la vida pasada, convertida en destino incompleto, pero de lo que todavía ha de suceder no sacamos más que presentimientos, intuiciones” (Fragmento de Historia del cerco de Lisboa).

Oriana Fallaci, (Un Hombre) señala que el destino “es un río que ningún dique represa mientras fluye hacia el mar. No depende de nosotros. Lo único que depende de nosotros es el modo de navegar en él, de combatir sus corrientes para no dejarse transportar como un tronco arrancado.

Y así puedo seguir con las citas y tal vez no obtenga ninguna respuesta, aceptable o no, pero “lo que me interesa es lo que no sé”, sentencia Saramago (Ensayo sobre la lucidez).
Crédulo, como la mayoría de religiones, hay vida después de la vida. Sea por resurrección, por transmigración del alma o por reencarnación, siendo todos ellos un mero juego de palabras. Por esoterismo, de la misma manera, basta con ver la carta astral para determinar que el destino ya estaba marcado desde la fecha de la concepción, tal vez desde antes, siguiendo con la credulidad del pensamiento. Si hago y lo logro, ese era mi destino. Si hago y no lo logro, no me convenía, pero era mi destino. Y si no hago, seguía igualmente mi destino. Una cosa es cierta, hasta donde he logrado percibir, no hacer, es hacer, basta con ver las consecuencias.

Cuántas veces, aún contra cualquier opinión, no hemos hecho algo una y otra vez buscando un objetivo, pero éste, una y otra vez, se ha mostrado esquivo? Cuántas veces no se ha chocado uno contra una pared y la pared sigue allí, impidiendo la continuación del paso? ‘Aunque en el estribo estés, no cantes victoria’, oí como refrán llanero y gran sabiduría popular la que conlleva.

Y siguen mis contradicciones, por no saber qué pensar. “Yo no he inventado nada, no he sido más que el secretario de mis sensaciones” si copio a Ciorán.


Y por hoy, ante la imposibilidad de definirme en el tema, como diría alguno de mis yoes: “Si vas por la vida preocupándote por todo lo malo que puede pasarte, pronto llegarás a convencerte de que lo mejor es no hacer nada en absoluto.” (Ken Follet. Las alas del águila) y dejar que el destino prosiga su marcha, hasta que en el final del camino, un hombre, como yo, me pueda explicar quién tenía la razón. (Nuevamente la  leyenda de Samarcanda! Me vuelve a recordar, para que no se me olvide nunca, mi orgulloso yo!)


No hay comentarios.:

Publicar un comentario