“Este
interrogante ha de parecerte trivial porque ignoras -¡bendita ignorancia!-
hasta qué
punto habría de resultarte inimaginable su respuesta.”
Savater.
‘Criaturas al Aire’.
-
No
vas a ir a visitarla? Los médicos dijeron que ya no podían hacer más.
- El
lunes estuve allí. Al verla se me encogió el alma, verla inmóvil, sin
movimiento, incapacitada, sin fuerzas, flaca, agotada. Eso me conmovió y vi mi
reflejo en ella. Un minuto de silencio, de esos minutos que son eternos, en los
que no hay nada qué decir, queriendo decir tantas cosas.
Verle una mirada
vidriosa y yo tratando de identificarme, sin saber si ya lo sabía, parecía que
sabía quién era yo. Un nuevo minuto de silencio, incómodo, porque no se tienen
palabras para decir, simplemente se tienen miradas inexplicables que pueden
decirlo todo, pueden no decir nada o solo pueden ser vistas como miradas de
solidaridad.
-
Casi
no puedo hablar, le oí en murmullos más que susurros. Esto es muy hijueputa!
Creí entender. Hoy no sé si lo oí bien, si fue un murmullo o simplemente un
susurro que llegó a mi mente, como un oculto grito de desgracia, de deseo de
liberación.
Vi, desde la última perspectiva, que podía ser yo quien se encontrara allí,
ni siquiera puedo decir que recostado, me vi como si la vida me hubiera tirado
en esa cama de hospital, la más vil de las camas. La última tragedia que uno
debe soportar, si ese resulta ser el destino.
Allí estaba, con las conexiones de rigor a líquidos que deben ser puestos,
supongo, por solo cumplir con un protocolo, en espera de ser desconectados
definitivamente. Al menos el destino, en estos casos, se condolerá un poco al
saber que uno sabe que ya se acerca el momento de despedida, de despedida de los
seres que quedan, uno es quien se marcha, sin saber si a un mejor mundo o a la
nada. Otra cruel ironía, a más de saber que ya es hora, pero no es el momento,
hasta que Azrael venga a reclamar ese cuerpo, aparentemente prestado. Cuerpo
que ha de ser devuelvo ya piltrajo, solo piel y huesos.
Me dolió el alma verla allí, tal vez pensando en que era yo, incapaz de
movimiento, de sonrisa, de un agradecimiento. Pensé en la vida y en las ironías
de ella misma. Será así como la vida se burla finalmente del ser humano? Me
duele el alma en el recuerdo.
-
Esto
es muy hijueputa! Me hizo recordar las conversas que tenía con el abuelo, con
su particular forma de hablar, cuando estábamos los dos. Eso mismo dijo, tenía
un cáncer en la garganta, tratado con quimioterapia. En medio de eternos carraspeos, de
humedecer la boca con su ahora acompañante, la botella de agua, carraspeos que
lo que hacían era ayudarle a expulsar las costras que la quimioterapia le
generaba a lo largo de su garganta. Si los médicos me hubieran dicho que esto
era peor que la enfermedad, no me hubiera sometido a esta mierda! Esto es muy
hijueputa!, repitió. No se lo deseo a nadie. Si me hubieran dicho que esto de
la quimioterapia es así, no me la hubiera hecho ni loco. Es mejor dejarse
morir, porque con el tratamiento, eso ya no es vida. Si me lo hubieran dicho…
Con el abuelo el sentimiento fue diferente, ya estaba viejo y me hacía
reír, en medio de su sarcasmo, ironía, veneno contra la vida. Con él pensé, en
medio de la añoranza, que ya era hora de descansar, que sólo así podía llegar a
descansar, si es que luego había descanso.
Nuestra vanidad nos
lleva a hacer pensar que podemos elegir hasta la forma de morir, pero no, de lo
único que podemos medio saber con seguridad es que… no tenemos ni la más remota
idea de lo que realmente es importante, ante la vida y ante la muerte. (“La pregunta, aparte
de innecesaria, era, cómo diremos, un poquito desleal, en primer lugar porque
saber, eso que se llama saber, siempre se sabe algo, incluso cuando no sirve
para nada.” Ensayo
sobre la lucidez. Saramago)
Estos son los momentos que nos
llevan a recapacitar. Antes, los viejos eran los primeros en morir, parecieran
decir las leyes de la vida, a pesar de las excepciones que antaño tenía. Hoy, pareciera
que los viejos deben enterrar a los más jóvenes, como castigo a la nueva
generación de viejos!
Todo más allá de la vida y de
preguntarse y todo para qué? Para terminar, quién sabe Dios cómo, ni en donde y
preguntarse al final: Y todo para qué?
A partir de mi intimidad
expresada en estas palabras, descubro y trato de diseccionar mi alma, para
darme cuenta que hago preguntas cuya respuesta no quiero oír, porque de
antemano conozco la respuesta a preguntas que no debo hacer. Trabalenguas
formulado para evadir el sinsabor que puede dejar la vida al saber que la
respuesta ante la pregunta sin respuesta era: Y todo para qué?
Fue en ese momento en que hice
esa última visita que sentí por primera vez en mi vida, en carne propia, lo que
es la inutilidad de la vida!
Sócrates
dice antes de darse muerte “Ha llegado la hora de partir.
Cada uno de
nosotros sigue su propio camino: yo a morir, vosotros a vivir.
Qué sea
mejor, sólo el dios lo sabe.”
Oriana
Fallaci. Un Hombre.
FOTO: JHB (D.R.A.)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario