Cada letra es un mundo, cada palabra,
su universo.
Eliette Abécassis. Qumrám
Leyendo noticias me
asaltaron unas preguntas que siempre han quedado inconclusas en mi mente, tal
vez al no saberlas formular, tal vez porque nadie quiere oírlas, cuyas
respuestas contradictoriamente todos conocen, pero nadie quiere admitir, nadie
quiere oír o son totalmente improcedentes para oídos que se consideran
impúdicos.
Uno.
Transmilenio y el
SITP en quiebra. Cómo es posible? Acaso no es ahora un monopolio? Los dueños de
los buses y empresas toda la vida se quejaron, pero era tan buen negocio, que
nadie se quería salir de él, a pesar de ser mal negocio, según ellos. Al igual
que antaño, el mantenimiento es casi nulo y sólo se da cuando ya no da más el
pobre bus y sus sufridos pacientes, los usuarios. Pero económicamente no es
viable, dicen. Y de ese monopolio, quien lleva la peor carga –porque hasta debe
pagar las losas, de Peñalosa, es el Distrito, es decir, nosotros, según el ‘mal negocio’ que hicieron-.
Me sigo preguntando si es tan mal negocio, qué hacen como socios?
Dos.
En los últimos años,
por cuestiones y como reflejo de las cirugías estéticas femeninas, las
masculinas se han incrementado. El efecto Adonis se ha trasladado al otro sexo,
a los otros, por la proliferación e ‘inclusión’ que ahora se da. –Vaya
palabreja, me oigo decir.- Y se incrementó la de pene. -Quién se lo hubiera
imaginado! Me oigo decir nuevamente-. Al parecer, ahí sí respeto el sentimiento
de cada cual, el vérselo muy pequeño o muy delgado, genera (generó, generará)
problemas de aceptación. (En mi época de colegio y de adolescencia recuerdo
cómo era la burla y cómo había que torearla! Pero había que cambiarse para
gimnasia!). Mi pregunta es: y cuál es el tamaño y grosor aceptables? Quién lo
determina? Sólo una habladuría ha generado el complejo de largor y grosor? O la
pregunta es, cómo aceptarnos tal cual somos?
Tres.
La calle del cartucho, luego exportada al Bronx, 12 años de existencia y
hasta hoy nos escandalizamos, todos. El artículo que leí se titulaba, si mal no
recuerdo, ‘Y la policía miraba para otro lado?’ Todos mirábamos para otro lado
y negábamos su existencia –los últimos dos años laborales, los trabajé a
escasas dos cuadras del Bronx y sólo hasta su resurrección me enteré que eran
mis vecinos. Por su parte, mis vecinas directas sí las veía y fotografiaba cada
día, en la seguridad que me daba la distancia de la ventana anónima-. Siempre
nos escandalizamos a posteriori y cuando el hecho genera escándalo. –Ahora sí:
uyyy qué cosa! Murmura una parte de mi mente-. Y concluyo, si somos nosotros
tan invisibles, los otros, con mayor razón.
Cuatro.
Miro fotos de antaño, me miro hoy en el espejo. Con qué facilidad decimos
del prójimo que es feo, creyéndonos mejores, pensando en que somos Apolo o
Adonis, y hasta satisfaciendo nuestro anhelo de ser Narciso. ‘Ellas deben estar
agradecidas de haber sido elegidas’ (o viceversa), lo decimos sin mirarnos en
el espejo y aún viéndonos no logramos ser objetivos, ni aceptamos lo que vemos.
Me miro al espejo y me digo, al menos tengo qué agradecer por la labia que mi
Dios me dio, ya que no me castigó con belleza. Y vienen nuevamente los
estereotipos, creados por…? Para…? Y lo irónico es que dos bellezas no se
atraen, por el contrario, pareciera que las parejas se unen no por lo que les
sobra sino por lo que les falta, el equilibrio. Y cuando veo estas ironías en
la vida real, preguntándome si esa persona sufre por no estar al nivel del
estereotipo, veo a otras y me digo: cada arepa tiene su tiesto! Para qué
sufrir? Y acabo de leer un mensaje de los de face: “No critiques a tu mujer, si
fuera perfecta se habría casado con otro”.
Cinco.
Renuncio a mis deseos y me someto a mi destino. ‘Cuál es tu deseo más
íntimo y concéntrate en él’, dice Chopra en una de sus meditaciones. Cuál es mi
deseo más íntimo? Quedé confundido. Aparecieron mil deseos íntimos y ante la
imposibilidad de distinguir entre lo íntimo y lo superfluo, decidí someterme a
mi destino. El debe saber qué es lo que ha de pasar, debe ser más responsable
que yo, y lo mejor es dejar que sea con su propia tinta el que escriba la
última palabra, porque yo no sé aún cuál es mi íntimo deseo, sin saber si el
que es, es el que debe ser, con el deseo íntimo de saber, al último momento, si
era realmente lo que deseaba o era simplemente lo que era y nada había qué
hacer, sólo aceptar. Por eso pueden ser preguntas inconclusas. Me conformo con el deseo de ganar el Baloto!
Seis.
Soy un mar de contradicción, por eso advierto que nada de lo que diga puede
usarse en mi contra y cualquier día puedo cambiar libremente de idea. Así me
protejo de la maledicencia.
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