“Como éramos, así somos;
como somos, así seremos”.
Mika
Waltari. Sinuhé el Egipcio
Entretenido en leer columnistas, me encontré uno que se
titulaba “Me resbala tu opinión” (http://www.elespectador.com/opinion/me-resbala-tu-opinion) y leí: “Tu vida no
es tan importante. Por naturaleza, estamos programados para que nos importe
nuestra propia vida más que la de cualquiera. Si piensas que otros están tan
pendientes de lo que haces o dices, es hora de que te des cuenta de que tu vida
no es tan importante para ellos.” En un principio sentí un cimbroneo que
me llegó hasta lo más profundo de mi ego –aunque debo advertir que en
esquizofrenias no soy experto, no distingo dentro de mí a mi yo, ni a mi ego,
superego, alter ego, ni nada por el estilo, por eso decidí que como son varios
yoes, dentro de mí, todos son iguales, para evitar discriminaciones o que me
traten de excluyente o de incluyente? Y así los trato indistintamente.-
Pero cómo así que no soy importante? Me bajé del pedestal y
mirándome desde abajo, como si fuera espectador de una estatua de cualquier
patricio, de las que abundan en la ciudad, hice el ejercicio práctico,
liberándome de mis egos, buscando la mayor objetividad –si ello es posible-, y
me pregunté: Oiga, sí, que tan importante
es usté? Recordando que todos estamos a la búsqueda de aceptación, propia y
ajena.
Para los políticos, resulta que sólo soy importante y me
coquetean por uno o dos días, cada cuatro años o cada vez que hay elecciones.
Después me olvidan, desechan mi existencia, como invisible que vuelve a su
oscuridad.
Para la Dian, mientras fui empleado, tenía ingresos y me
hacían retención en la fuente, estaban pendientes de que me hicieran esos
descuentos, mensualmente y bien calculados, teniendo en cuenta que como
declarante, siempre terminaba en ceros, porque la retención era anticipada.
Hoy, sin ingresos, sin patrimonio, los ceros serán más notorios, tal vez, de
pronto por eso, me llamarán a preguntarme que qué paso, y cuando les diga que
ya no tengo ingresos y que como nunca robé, no tengo patrimonio que llame la
atención, me regañarán por hacerles perder el tiempo y me olvidarán, hasta la
siguiente vigencia.
A mis expatrones, dirán –así sea como mentira bondadosa-, que
les parece que me recuerdan, que como que sí trabajé para ellos (lo triste es
que la mayoría de empresas en las que trabajé ya están liquidadas). Es decir,
un activo liquidado y olvidado, pasé a ser archivo muerto.
A los conocidos, pues ellos, si se llegan a acordar o alguien
les recuerda mi nombre, dirán que sí, que me conocieron, aunque ya hace tiempo
y no recuerdan bien mi fisonomía. Me fui evaporando en sus recuerdos.
A mi familia, un visitante periódico más; que sí es pariente,
que sí como es familia hay que soportarle! (Precisamente en un programa español
-Uasabi, se llama el señor-, en algo así como las citas con Pacheco, pero con
literatos, le decía a Jaime Bayle, a propósito de sus libros autobiográficos
que, alguien, decía a su vez que “El escritor es un asaltador de privacidades”,
por eso temen mi lengua, supongo).
En su momento, para los de la funeraria, seré un difunto más
y éste no es cliente, porque no puede pagar la cuenta, es decir soy cuenta
fenecida y fallida, agregará alguien.
Y con todo, me di cuenta de mi insignificancia y me dolió,
porque sufro de miedo a la insignificancia –tal vez por eso escribo estos
blogs-.
Siguiendo con la objetividad propuesta, veo que efectivamente
uno se da muchas importancias, uno se cree de mejor cuna, de mejores
pergaminos, una persona importante y prestante (“Me resbala tu opinión”, me dijo como mecanismo de defensa mi ego
más tímido, pero el más orgulloso).
Pero simplemente uno es una persona como cualquier otra, ni
más importante que otra, “ni menos como
para no ser tenida en cuenta” (agrega otro de mis yoes).
Y todo eso, no sé si para sentirme más importante? O menos
insignificante? Terminé viéndome como un grano de arena, visto desde la
estratósfera, haciendo memoria al ejercicio tan de moda que ven a nuestro
planeta, tan gigante para nosotros, pero tan insignificante visto desde las
nebulosas más distantes. Concluí entonces que es uno el que se da su
importancia, ayudada por aduladores y falsos seguidores cuando se llega a
ciertas cumbres.
Que tan importante fui? Qué tan importante pude haber sido?
Hoy, visto en perspectiva, poco importa, es lo que menos importa, “con
importancia –orgullo se decía- no se hace mercado en Carulla”, recuerdo que se
mencionaba cuando se estaba desempleado, pero orgullosamente renunciado!
Me hace acordar también de los menos favorecidos en las
familias que cuando ese alguien hablaba de él, previamente lo hacía respecto de
títulos ajenos o se camuflaba en ellos para no sentirse pordebajiado, y decía
es que su hermano fue, su otro hermano es, su papá fue, su padrino de bautizo
fue, y por lo larga de las explicaciones, la evaporación llevaba a recordar que
realmente la pregunta que interesaba era “Pero y usted quién es? O qué hace?”,
demostrando la insignificancia de uno mismo, cobijado con títulos ajenos. En
otras palabras, cuando uno no fue, se escuda en lo que sus familiares han sido
o son. (Cierro este paréntesis, para algunos fuera de contexto, pero ya me van
conociendo).
Ahora caigo en la cuenta que me enredé en explicaciones. Tu
vida no es importante, es el título. Qué tan importante es o fue? Fue un
desarrollo. Tu vida no es importante para ellos, es decir para el prójimo,
desarrollaba el artículo. Y para concluir, me tocaría escribir: Soy importante?
La tarea se las dejo a ustedes, para que se hagan la pregunta, porque por hoy
no estoy proclive a devanarme los sesos pensando en mi propia importancia!
La verdad es que oí a uno de mis yoes decir, muy
soterradamente y con cierto tonito de ironía: “Usté lo que es, es un pobre pendejo.”
“Suele decirse que
conocerse a sí mismo es saber que todo es humano.
Pero, por supuesto,
nadie puede conocerse a sí mismo.
Nada humano es en
último término predecible.
Somos extraños
incluso para nosotros mismos.”
Mika
Waltari. Sinuhé el Egipcio
No hay comentarios.:
Publicar un comentario