Cómo me veré dentro de diez años? Una buena
pregunta que, en principio no tiene respuesta. La vida da demasiadas vueltas como
para aventurarme a dar una respuesta, ni medianamente acertada. Si me preguntan
cómo me siento ahora, podría responder que como me sentía hace veinte, porque es
como si el espíritu se hubiera congelado en el tiempo y mantuviera la edad de aquellas
épocas. Sin embargo, espíritu y espejo no van de la mano. El espejo me dice otra
cosa y dentro de diez años me dirá otra muy diferente, pero creo que dentro de diez
años, mi espíritu será el mismo que se congeló hace veinte, por eso, si me fuerzan
a una respuesta, sólo puedo decir que dentro de diez años mI espíritu seguirá como
hace veinte, aunque el espejo diga lo contrario.
Un escrito que me hice precisamente el
22 de febrero de 2005, para ver si lo leía diez años después y podía tener una respuesta.
Han pasado trece años y ocho meses, día más, día menos y me lo encontré curiosamente.
La cuestión es que no recuerdo cómo era
hace trece años: ya no tengo recuerdo físico, es decir cuando tenía precisamente
cincuenta años, tanto que ya ni recuerdo en qué ni en dónde trabajaba para esa época,
la diferencia es que en ese tiempo seguro andaba de paño y corbata, objetos hoy
abandonados por la tranquilidad de la pensión. Hasta tenía reloj, objeto que igualmente
fue desechado porque ahora muchas veces ni siquiera sé la fecha en que estoy y menos
la hora, porque ya no estoy contra el tiempo, él es el que está contra mí.
Lo inocultable son las canas, la
calva, las arrugas, el genio y la figura que se han modificado en más de diez años
pasados, como podrá corroborar el espejo, el único que me puede decir cómo estoy
hoy, porque desafortunadamente es el único sincero que no me puede mentir, así trate
de distorsionarme.
Y así como lo escribí hace ya tanto tiempo,
es una buena pregunta que no tiene respuesta, en principio, quién sabe qué
pasará en diez años, si me vuelvo a hacer la pregunta (aunque la respuesta la
sé de antemano, más cercano a la tumba).
Hasta que un buen día, con gran civilización y mucha tristeza,
decidimos cortar para dejar de hacernos daño, pues coincidimos en que cada uno era
el reflejo deprimente del otro. (1)
Foto: JHB (D.R.A) |
(1) Santiago Gamboa. Los impostores.
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