Ya
te la mando. Un momentico no más. No me demoro. Cinco minuticos. Espere
tantico. Esas son las referencias que se suelen usar en este país, no sé si
en el resto del mundo. Y eso nada de mencionar a aquellas visitas de servicios
públicos que le dicen a uno que queda programado y que esté pendiente porque lo
van a enviar a lo largo del día, sin especificar ni siquiera de qué día, ni qué
es largo.
Nos hemos acostumbrado al
incumplimiento de citas, de reuniones, de envíos. Y tampoco menciono cuando
vamos a alguna vuelta y quien atiende nos dice que esperemos un momentico,
mientras el revisa su chat!
Ya es una maña nacional en el cual
una palabra define, por sí misma, un lapso corto, pero que por efectos de
interpretación el lapso se convierte en un indefinido más en la vida.
No hace mucho estando en una
carretera de la costa, no digo cuál para que no se sientan ofendidos los
lugareños, como estaban reparando la vía principal había que esperar el paso en
uno u otro sentido. Mientras esperábamos se acercó un vendedor al que le
preguntamos cuánto podía demorar el paso. Naturalmente como buen costeño nos
dijo que ajá, un momentico. Porque el ajá costeño es lo mismo que la cosiaca
del interior, indefinidas indefiniciones. Cuando le preguntamos cuánto faltaba
para llegar al siguiente pueblo, mirando hacia sus límites dijo alegremente festivo:
Ya llegaste, están aquí no más. Lo que significó que nos faltaban cuarenta
minutos sin pares. Visitado el pueblo, a su salida preguntamos cuánto duraba
para llegar al otro y nos contestaron: ajá, si coges por ahí, unos diez
minutos, que naturalmente fueron otros cuarenta, parece que lo calculó pensando
que íbamos a trescientos por hora.
Entonces los espacios de tiempo se
trastocaron de números a palabras indefinidas de infinita extensión de tiempo y
pasaron a un momentico, ahí na’más, adelantico no más, espere
tantico, un momentico por favor y similares, aunque algunas conservaron la
numeración sin perder la indefinición, como el famoso cinco minuticos no más.
Aunque recuerdo, porque me contaron, claro está, que el tiempo en los moteles
se miden por el rato y la tarifa está
diseñada por el rato, aunque el rato dura una hora, después de eso creo que
empezará a contarse un rato, dos ratos…
Sigo preguntándome, apartándome de
la relatividad einsteniana, qué pueden significar: Ya te la mando. Un momentico no más. No me demoro. Cinco minuticos.
Espere tantico. A lo largo del día. Ahí no más. Y tal vez por ello el
incumplimiento se debe a ello mismo, pues aplicar el cuarto de hora dependía de
la urgencia o necesidad de la espera o de su anhelada huída, sin mencionar la
trágica maña de la hora judicial que no era la hora a la que se citaba sino
dentro de la misma hora y algo más, si dependía de las autoridades. Y eso que
no mencioné las conversaciones de redes sociales: espéreme un minutico, ya voy llegando, hay un trancón, en dónde está?
Son curiosidades de esta vida que
aún no logro entender, me gusta ser puntual.
Cuando
creía aprender a vivir, he aprendido a morir.(1)
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