miércoles, 31 de julio de 2019

¿EN DÓNDE QUEDÓ MI PALABRA?



            Leí en un artículo de prensa: Un ingeniero experto en el tema e inmerso en el proceso, que pidió no ser citado por encontrarse sometido a una cláusula de confidencialidad, le explicó a El Espectador(1) (…) más adelante señaló: Este medio consultó a varios ingenieros cercanos al proceso, a otros que se destacan por su conocimiento en las características de la vía al Llano y a académicos menos cercanos a la situación, pero con experiencia en hidrología y geología. La mayoría no quiso referirse al tema abiertamente.

            Me llevó a pensar en los gringos, gracias a cuyos esfuerzos la ética se ha ido corriendo a otros límites –parangonando a la frase de Piedad Bonnet (2)-, que ha puesto tan de moda aquellas frases presidenciales y de alta gerencia de que esta conversación nunca la tuvimos o si me compromete no me lo diga y similares a semejantes raleas.

            Si uno firma un acuerdo de confidencialidad es para respetarlo, salvo que colinde en los límites de lo ilegal, y no da pie para que anónimamente pueda irrespetarse, aduciendo que la confidencialidad se sigue respetando si se dice muy pasito o si se le cuenta a un periodista, en que prima naturalmente el chisme y oculta la fuente para poner el veneno de la noticia y que es regla institucionalizada que el periodista está autorizado para acceder a todo, sin limitaciones, por el supuesto derecho a la noticia que se arrogaron unilateralmente.

            Y eso me lleva a que en muchos procesos judiciales, en donde hay reserva mientras no se inicien las actuaciones públicas, por arte de magia los periodistas acceden a lo reservado, con pelos y señales. Ese es otro motivo para no confiar en la justicia, porque la reserva está limitada a que no se den cuenta que la suministraron. Y lo peor es que no pasa nada cuando se viola.

            Entonces en donde quedan las promesas, las obligaciones? La otra palabra que se impuso es el extraoficialmente, que parece que autoriza para decir lo que no se puede decir oficialmente, pero que resulta exculpatoria. Demasiadas mañas de los gringos hemos aprendido.

            En algún momento aprendí un latinazgo: pacta sunt servanda (3), lo firmado se respeta. Hoy, si me conviene, lo cumplo, pero la contraparte no puede incumplir. Nada más pensar en gobiernos pasados en que si un tratado internacional no les convenía –naturalmente a ellos, no al país-, simplemente lo denunciaban y tranquilos con borrón y cuenta nueva, como al parecer se ha impuesto a nivel internacional.

            Toda esta letanía simplemente para concluir en una pregunta –retórica, natualmente- de en dónde quedó mi palabra? La honradez es una gema con muchas caras, cuyo brillo es diferente para cada uno de nosotros.(4)

La Biblia lo decía claramente, había que ser mansos como palomas pero astutos como serpientes. Ella era una serpiente.(5)




De Facebook. (6)

[2] Las barreras éticas se han venido corriendo.
[3] Pacta sunt servanda es uno de los principios que preside la teoría general del contrato y que expresa que los contratos vinculan a las partes. Los contratos son obligatorios, tienen fuerza de ley entre las partes contratantes, y deben cumplirse al tenor de los mismos (art. 1091 CC). Tomado de Google.
[4] Juan Gabriel Vásquez. La forma de las ruinas.
[5] Mario Escobar - El Papa Ario.
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