De antemano quedan autorizados para
tildarme de lo que quieran, los comentarios no le quitan peso a lo que he de
decir.
Desde Petro con sus intenciones de
hacer vivienda en donde cohabiten todos los estratos sociales, en que ni me
imagino cómo sería la distribución de pisos y a quién le tocarían los más altos
hasta la desafortunada decisión de ser
pilo paga. Tales experimentos no conducen a nada, aunque sí, a hacer notar
más las desigualdades sociales.
Un nuevo muchacho de humilde
extracción, según cuentan las noticias, de tierra lejana como es Arauca,
olvidada de Dios, igualmente, terminó suicidándose gracias a los experimentos
gubernamentales. Es de simple lógica que una persona de escasos recursos no
puede convivir con hijos de papi, en exceso ricos –habría que saber de dónde-,
cuyos zapatos, por decir lo menos, corresponde al sueldo mensual del papá del
muchacho de la historia. Nada más pienso en el día a día del pobre muchacho y
el buling al que fue sometido por esos hijueputicas(1) que no saben lo que es
ganarse el sustento diario, pero que lo tienen todo, de encumbradas
universidades, que tienen actualmente más de nombre que de principios. (Nótese
mi mala leche).
Y sí, me dio piedra la noticia,
porque ya el experimento ha producido suficientes muertes de muchachos que
pensaban que podían compartir con sus no iguales y que tendrían buen
recibimiento y trato, pero ni lo uno ni lo otro. Cómo competir un Chanel diario
con el diario comprado en San Victorino. Con solo inteligencia no se puede
competir, porque lo que tengo claro es que los muchachos muertos, gracias al
cacareado experimento, intelectualmente eran muy superiores, porque iban a lo que
iban, a estudiar, a tratar de progresar, a tratar de ser alguien, a demostrar
su valía, frente a unos tontarrones que a lo único que iban era a demostrar
quién vestía mejor, quién tenía mejores juguetes o mejores palancas que le
permitieran pasar la universidad, sin pena ni gloria, pero con un título de
acreditada universidad.
Esa oportunidad debió dárseles en la
Nacional, por ejemplo, allí podrían haber sobresalido y sobrevivido, mucho
mejor. El problema es el arribismo al que todos pretendemos llegar.
Esos experimentos a costa de la
parte débil, no deberían hacerse a tan alto riesgo del propio débil y si desean
continuarlo, deberían pensar en que se equilibrara la balanza, un curso con la
mitad de hijos de papi contra la mitad de pobres que sí quieren superarse y ya
vería yo quién termina suicidándose. Pero para las universidades de prestigio
no sería negocio, porque todo se reduce a un negocio, desafortunadamente. Y la
universidad? Con velitas en la plaza de la universidad no pagan el costo de esa
vida (copia estúpida de las costumbres gringas, si se permite mi opinión).
Esos experimentos, cualquiera que
sea, no tienen futuro mientras la gente no cambie su forma de ser y eso no es
nada fácil.
La humildad no es negar lo que uno tiene de bueno—
eso es hipocresía, —sino reconocerlo y aceptarlo.(2)
https://static.iris.net.co/semana/upload/images/2018/4/25/564914_1.jpg |
[1] https://www.las2orillas.co/el-infierno-de-ser-un-becado-en-la-javeriana/
“Sino fuera por esta gentuza, esta mierda no
estaría tan llena”, me gritó al oído un joven al que nunca había visto en mi
vida, mientras yo almorzaba en la cafetería de la universidad.
[2] Matilde Asensi. El origen perdido.
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