Me han llamado la atención las democracias, en
principio, europeas. Iniciemos por las monárquicas, como España e Inglaterra o
Reino Unido si se quiere ser más purista. La figura real es hoy por hoy
decorativa y costosa, según veo en las revistas de chismes; es decir,
innecesario el rey. En cuanto al gobierno, puede ganar democráticamente un
partido pero si no tiene la mayoría parlamentaria no puede gobernar totalmente,
sino temporalmente mientras consigue alianzas (mangualas, diría yo) que le
permita obtener la mayoría mediante negociaciones de puestos, naturalmente. Así
está hoy España, los socialistas llegaron al poder tumbando a los godos de
allá, pero no ha podido gobernar de pleno porque no tiene mayorías y el
Sánchez, un zorro completo, busca a sus coetáneos izquierdosos de Iglesias, una
joyita que le delata su cara y pinta, se echan vainazos de alto calibre pero
aún así siguen coqueteándose. A pesar de todo, la maquinaria burocrática sigue
funcionando por inercia, simplemente por eso y mientras, en esa indecisa
transición, nadie tiene claro hacia dónde va el país, pero la inercia hace que
todo siga igual.
En América, casi en toda, el que gana, gana independientemente
de si su partido tiene o no mayorías en el congreso. Aunque la curiosidad
gringa es que se puede perder ganando, es decir que en elecciones directas –en
primarias, si mal no recuerdo- se puede ganar, pero puede perderse en lo que
llaman colegio de electores, como pasó recientemente.
Pensaba en Colombia en que normalmente gana un partido
la presidencia pero su apoyo en el congreso puede no resultar ser mayoritario,
pero aún así gana el que ganó. Naturalmente luego vienen las triquiñuelas para
la aprobación de leyes, que se logra con aquello que han denominado mermelada,
es decir, el voto se vende según postor.
Y en síntesis, el poder está para la compra y la venta
de favores, para repartirse la torta y el votante, como el ternero, porque las
promesas son efímeras y el elector sigue votando a sabiendas que no va a
obtener nada bueno. Pero eso son las democracias, qué le hacemos, pues de todos
modos la inercia burocrática sigue, sin importar quién ganó.
«Estábamos
mejor cuando estábamos peor».(1)
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