miércoles, 18 de septiembre de 2019

¿POR ÓSMOSIS?

Desde niños hemos estado en contacto con la violencia a través de al parecer inocentes cuentos infantiles. En alguna oportunidad leí un libro sobre el análisis sicológico de los cuentos de Perrault y hermanos Grimm, es decir de vieja literatura, en donde nos contaban alegremente las peripecias de Rapunzel, la Bella Durmiente, Pinocho, por mencionar algunos. En ellos se esconden muchas miserias humanas. Nada qué decir de las caricaturas que veíamos y leíamos, tomando partido por aquellos a los que nos inducía la temática: el Correcaminos (que pintado de bueno escondía lo malo que era con el pobre Coyote), el viejo Bugs (que siempre ganaba aunque tampoco era tan bueno como lo pintaban en medio de sus graciosas acciones).

Ya con la modernidad de la tecnología aparecieron los juegos por computador, inicialmente inocentes como el telebolito, el tetris. Atari terminó revolucionando los juegos y después Nintendo nos trajo los juegos tridimensionales y con ello llegó una nueva era, la de la violencia ya no camuflada sino evidente. He de confesar que fui de la lejana juventud que se inició en tales juegos, pero con los avances, tanto de mi edad como de tecnología, ya tanto botón que había que espichar me impidió adentrarme en ellos y los dejé. Proliferaron y aún siguen adelante, todos los que implican bala, bombas y destrucción. Y todos esos, escogiendo el supuesto bando de los buenos, la idea es acabar el mal, con el mal mismo –aparentemente con la debida autorización moral, al ser de los buenos, creen ellos-.

Todo eso trajo una serie de dilemas de decisión moral: se hace o no, se toma o no, se destruye o no se gana, cada cual decide, aunque la meta es ganar, a cualquier precio. Y se aplica a todos los video juegos. No me digan que hasta en el Fifa, en cualquiera de sus versiones, no hay violencia; se incita a la violencia, como cualquier partido en la realidad, bajarse al contrincante, hacerse el herido, buscar la trampa para lograr el objetivo que no es solo el gol, es ganar.

Y en todos ellos surge la competencia, el lema actual, ganar a como dé lugar, no es el de distraerse, el de competir para matar el tiempo, sino el de ganar, con todos los componentes de adrenalina, de envidia, de ansias de someter al otro, de gritar gané y someter al otro a la vergüenza de perder.

Y la pregunta que me hacía era cómo esos juegos cambian tanto a la gente y a la juventud la educan en esos valores? A través de ellos se puede matar o robar sin consecuencias –siempre que se gane- y eso se va enquistando en las mentes, porque se puede hacer trampa –usar trucos, dirán algunos-, porque se busca ganar sin importar nada, porque todo vale. La consecuencia, digo yo, se está viendo en aquellos niños que están pasando a la juventud, a la adultez y se refleja, según vi en televisión, en las masacres gringas, no recuerdo cuál de tantas, en que unos muchachitos pensaban que andaban jugando un video juego y lo pasaron a la realidad, con armas acabaron con no sé cuantas personas.

Esas son las consecuencias que se ven en la realidad y prefiero dejar acá estas reflexiones, porque el toma da para tomos, pero eso lo dejo a los expertos, mientras las casas productoras se hacen ricas sin calcular tampoco los efectos, pues lo importante es posicionarse y ganar.

Las cosas no se ven venir hasta que llegan —previno el anciano.(1)

Tomado de Facebook (2)




(1) Mario Escobar - El Papa Ario.
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