Sigo pensando
en tanta palabra disfrazada, algunas con buenas intenciones, otra, las más, con
intenciones poco santas, que entrañan su veneno, su mala leche, por lo que
precisamente hay que disfrazar.
En el lenguaje
moderno el eufemismo se ha impuesto para evitar el matoneo, la presión social,
las redes sociales que le señalen, pues no hay cosa mejor en este mundo que
pasar anónimamente para evitar cualquier señalamiento malsano.
Cada día voy
aceptando que el idioma va evolucionando, según cultura y estratificación,
también es cierto, aunque sea difícil resistirse a aceptar esos cambios que uno
ve con no muy buenos ojos la mayoría de casos, pues siente que se resiente su
lenguaje adquirido a través de la cultura. Hay otras que son demasiado
difíciles de aceptar como el lenguaje de mensajes de redes en donde abundan las
consonantes y se nota la ausencia de las vocales, supongo que como método de
abreviar lo que se quiere decir, abreviando la vida porque están corriendo
contra el tiempo a todo momento, a pesar de que no se han dado cuenta que
corren contra el tiempo por cosas insignificantes, por cosas no significativas,
pero he de aceptar que el problema será de ellos cuando escriban las leyes con
ese mismo método y se hablen según sus propios tiempos.
Y todo este
preámbulo para ver cómo con el manejo del idioma se logran ocultar mentiras
dándole el viso de realidades y verdades, siendo lo peor que ya nos
acostumbramos a ellas y muchas veces las utilizamos como argumento último. Son
palabras disfrazadas de buenas expresiones.
Nada más
aquello del diálogo abierto con colectivos.
Por colectivos uno entiende muchedumbre, montones de gente, pero se aplica a
más de uno. Por ejemplo, ahora en campaña electoral, los candidatos hablando
con los colectivos que son dos o tres desocupados que fueron a oírle, o
parientes o necesitados de puestos, que naturalmente se venden al mejor postor,
de acuerdo a sus necesidades. Antes se hablaba de la gente, hoy son colectivos,
que no se me olvide a qué se refieren cuando vuelva a oírlos.
Odebrech no
ofrecía sobornos, daba compensaciones
o comisiones de éxito y así no se recaía en delito alguno, suponían.
O las investigaciones hasta las últimas
consecuencias y caiga el que caiga. El solo uso de estas palabras indican
que todo quedará impune y en el olvido.
Y qué decir lo
tan de moda: si algo me llega a pasar…
O la de salida intermedia, porque hay
que ceder, sacrificar una parte para llegar a un acuerdo, como lo están jugando
en España negociando la legalidad de un gobierno que tumbó a otro. Sigo
pensando que si tengo un derecho, yo no tengo por qué ceder, ni sacrificar
parte de él, pues el derecho no puede ser objeto de rebajas, aunque hoy es lo
más común. Nada más ver los centros de conciliación, aunque uno tenga todo el derecho,
debe ceder algo para poder llegar a un acuerdo! Dios mío, hasta dónde hemos
llegado, me digo en mi intimidad.
Y el uso y
abuso de aquello de #todossomos… apoyando cualquier causa, generalmente lo más
alejado a los intereses de uno y se apoya simplemente para hacer un favor, para
no verse separado del colectivo, del conglomerado (iba a decir del rebaño); tal
vez me sume a ese #todossomos cuando sea #todossomosunasgüevas.
Mientras me
voy haciendo a la idea de que cuando emita mi último suspiro nadie lo entienda
porque será el postrer respiro de un anciano de otra época.
En su
opinión el esprit tenía una función más bien teatral: palabras ingeniosas
capaces de impresionar sin decir nada(1).
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