Dijo
ella.
Antes
de que él respondiera, se hizo una transición de tiempo-espacio, es decir, en
una fracción sucedió todo.
Por
siempre oyó él, una sentencia inapelable. Y cuánto era por siempre, se
preguntaba, cuánto era por toda la vida, pensaba, como si oyera una promesa
para cumplirse hasta más allá de la eternidad.
En
ese instante era una promesa, afirmada con seguridad pero sujeta a cumplimiento,
como promesa que era. También pensó que ese por siempre estaba sujeto al
destino, una promesa azarosa pero que parecía posible de cumplir.
Aunque
el por siempre podría significar por un año, por diez, tal vez por quince,
porque nunca se sabe, como solía suceder en los tiempos de los abuelos que, de
cualquier manera, se llegaban a celebrar las bodas de oro o de diamantes, de
cualquier manera.
Hoy,
igual que ayer, se siguen haciendo las promesas de amor eterno, sin pensar en
cuánto va a durar esa eternidad, porque las promesas son relativas, se hacen al
calor de la emoción y hasta que ella pase y hasta que a alguien le pese, es
promesa.
Por
siempre es mucho tiempo, pero aun así, el respondió:
-
Yo también.
Te amaré
toda la vida
Todos
los años, los meses y los días
Todas
las horas y todos los instantes
Mientras
pueda latir mi corazón.
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