Mientras
pasa el tiempo, la música ha sido mi eterna compañera. De todo tipo, según el
clima, según la ambientación.
Entre
ellas, las baladas de nuestra época. En particular Raphael: Qué sabe nadie. La
oí muchos, pero muchísimos años después, es decir, hace poco. No la recordaba y
si se lee en prosa o en verso, como está compuesta, no traería muchos recuerdos,
como no los tenía yo. De la letra no recordaba nada y creo que en su momento fue
intrascendente. Sin embargo, acompañados esos versos por la música, la recordé
y me dio por leer con detalle la letra y me pregunté precisamente eso:
Si se le lee al ritmo de la música,
la cosa cambia. Pero bueno, la pregunta seguía latente, con el simbolismo
correspondiente y ya dejaba de ser una vieja canción oída en tiempos mozos; era una pregunta, tal vez
insustancial, como todas las que me hago, pero cargada de una profundidad que
no logro expresar. Qué sabe nadie.
Qué sabe nadie de mí? Solo conocen
lo poco que dejé conocer, desconocen el resto, que es lo más, supongo. Qué
saben de mí todos aquellos que una vez me conocieron y que con el tiempo
dejaron de conocerme? Y ante tanta pregunta, solo puedo culminar preguntándome:
qué sé de mí y ahí sí el silencio se
impone, la pregunta se evapora, el ambiente se tensiona como cuando se siente
que se es inoportuno y el leve rubor prefiere cambiar de tema, con agilidad,
para evitar más vergüenza!
El silencio se prolongó y Brunetti
identificó en él a todas las voces silenciosas que dejan que pasen cosas porque
ser consciente de ellas cuesta demasiado o causaría inconvenientes.[2]
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