Alguna vez me llamaron así, pero ese no es el cuento.
Al
parecer creemos que nosotros somos los que evaluamos, elegimos y decidimos.
Pero al parecer eso no es cierto y ahí es donde interviene el inconsciente, en
sentido literal y amplio.
Eso
deduje al ver un programa de Natgeo (el ABC del cerebro[1]).
Es el inconsciente, es ese piloto automático que tenemos cuando nos da pereza
manejarlo. Delegamos la decisión, sin saberlo, sin suponerlo y dejamos que ese
inconsciente nos dirija, aunque lo hagamos inconscientemente.
Eso
es lo bueno de delegar, la responsabilidad queda en otro, así sea en un
inconsciente, no siempre muy acertado, se le dejan tomar las decisiones como él
quiera y cuerpo y mente obedientemente le siguen, creyendo que es lo más
adecuado.
De
allí que vuelva a insistir en que no se pueda confiar en uno mismo ni en sus
percepciones, puede que lo que vea no sea lo preciso, que lo que oiga sea lo
sonado, que lo tocado no se parezca a la realidad, teniendo en cuenta que el
cerebro lo que toma es la primera impresión y como buena computadora que es,
busca lo similar y sugiere y decide, a través del inconsciente, según la
delegación concedida.
Ahora,
si no puedo confiar en mis percepciones, porque puede que no sea totalmente
cierto, mucho menos puedo contar con ese cerebro que es un inconsciente, y
entonces será eso lo que nos hace unos irresponsables, por ser dejados, por
actuar en automático y seguimos creyéndonos la perfección de la creación cuando
la imperfección continúa descubriéndose? Mucho inconsciente!
El destino hace lo que le viene en gana,
pero a veces hay que echarle una mano.[2]
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