Y más cerca de nosotros la torre del
campanario, tan silenciosa a esta hora.
—Qué dirán las campanas cuando están calladas[1].
Buena
pregunta, que ahora me hago yo.
Qué dirán las campanas cuando
están calladas?
Qué dirá un
reloj cuando no tiene cuerda?
Qué diré yo
cuando estoy en medio del silencio?
Qué dirá el
difunto dentro del féretro cuando ya es de madrugada?
Será ese el
valor del silencio?
—Para averiguarlo le recomiendo abrirla, señor
—dijo el ama de llaves. Y Charles nunca alcanzaba a discernir si ese tipo de
comentarios se debían a una incapacidad de ella para detectar las preguntas
retóricas, o a una inconsciencia respecto a lo obvio, o si tal vez constituían
un sutil ejercicio de sarcasmo.[2]
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