viernes, 31 de marzo de 2023

CONSUMISMO

                Como su mismo nombre lo indica, a diferencia de la necesidad, es la manía de comprar todo aquello que en últimas no se necesita; o será el deseo de tener, de acumular, de sentirse persona porque tiene. Vaya uno a saber.

                 Es solo el paso del tiempo el que nos enseña a ver las cosas de otras maneras, salvo que nos hayamos hecho acumuladores, que de alguna manera lo somos.

                 Pero viéndolo con ojos de viejo, las necesidades del pensionado se limitan ahora a respirar y esperar la siguiente mesada, pues si es un viejo inteligente, se da cuenta de la futilidad y de lo innecesario que es comprar cosas que realmente no se requieren.

                 Viendo en retrospectiva mi vida (uno de viejo todo lo ve en retrospectiva pues el horizonte de futuro ya no le es tan diáfano, debido a cataratas y a pérdida de la calidad visual, supongo), decía que mirando hacia atrás y nada más por mencionar un caso -y como cuestión de hombres, pues era, al menos en esa época, proclividad masculina exclusiva- la caja de herramientas. Llegué a tener multitud de destonilladores, unos cuantos martillos, varios hombresolos, acompañados de alicates de diferentes formas, tuercas y tornillos, serruchos y seguetas, por mencionar algunas herramientas -piénsese en la diversidad de tornillos (redondos, cuadrados, de cabeza plana, sin cabeza), puntillas, cauchos y cauchitos, tubos y tubitos) y un poco de todo aquello que uno siempre pensaba: esto lo puedo necesitar algún día. Y… nunca lo necesitó, como tampoco se necesitaron las variedades de una misma especie. Con un destornillador de pala y otro de estrella, un hombresolo, un martillo (aunque sea para partir la panela), un alicate y basta. Eso es lo indispensable, lo necesario.

                 Me horroriza ver armarios femeninos, por más sencilla que sea la mujer. Diez, veinte, treinta pares de zapatos. Nada más que de zapatos. En mi época llegué a tener unos tres o cuatro pares de zapatos, los cuales duraban lo que duraban y no era fácil deshacerse de ellos cuando estaban viejos, por el cariño que uno les cogía. Hoy, con dos pares basta y al menos duran cada uno unos dos años, al menos. A esta edad para arrastrar las patas no es necesaria la variedad.

                 Y si nos vamos a mirar un hogar y solo en la cocina hay ollas para todo, paellera, arrocera, exprimidora, ahora la freidora de aire, la express, multifuncional y otras tantas denominaciones y formas. Y lo curioso es que nunca se usan, porque ahora resulta más barato el corrientazo de la esquina que ponerse a cocinar, que tampoco es que la gente ya tenga tiempo para ello.

                 Y nos llenamos de cuanta maricada ofrece internet que no tiene realmente una utilidad inmediata o su utilidad es tan efímera que al haber desaparecido todavía uno está pagando alguna cuota con la tarjeta de crédito, porque la débito no aguanta para tanta maricada.

                 Es una enseñanza que le queda a uno de viejo, tanta plata que boté en tanta maricada que compré. 

Hoy hacerse una foto no es tan emocionante como ir al cine, jugar a los videojuegos o ver un DVD o los miles de canales de televisión por satélite. El mundo era más sencillo entonces. La fotografía tenía un significado: el valor de conservar un momento. Ahora nadie quiere conservar nada. Si se guarda algo, se vuelve una cursilada. Si un objeto deja de tener utilidad, te cansas de él y lo tiras para comprarte otro, si puede ser ese mismo día. ¿Para qué guardarlo si no lo vas a usar? En los viejos tiempos, a los niños les ilusionaba hacerse la foto de clase. Ahora les da pereza. Les estás quitando tiempo de jugar a la consola[1].



Tomado de Facebook
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[1] Inocencia robada. Arnaldur Indriðason.

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