Hechas para ser leídas, para ser digeridas, de pronto; por lo objetivas, pueden ser deprimentes, pero son preguntas para hacerse:
«¿Quién se oculta detrás de nuestro rostro? —se preguntó— ¿a quién representamos de verdad en nuestro deambular por las ciudades,
por el mundo?».[1]
Pregunta altanera. Siempre responderemos,
soy yo, siempre he sido yo. Pero es así? Yo no soy el de hace cincuenta años,
ni el de hace diez, nada más pensar que ya no soy empleado, por eso he dejado
de ser el de ayer y mañana, si el caminar me es limitado, no seré el de hoy. No
sé si el genio se me habrá agriado más o tal vez haya mejorado algo pues ya no
tengo prójimo con el que pelear. Lo que sé es que dentro y detrás del rostro
tenemos varias facetas, superficiales o profundas y todas ellas las
representamos en algún momento y con ellas deambulamos.
*
Nunca pensaba en mí misma, ni me preguntaba
qué quería en la vida. Así pueden pasar los años, sin hacer otra cosa que
seguir la rutina que nos hemos marcado. Un año tras otro, y otro, y otro… Calló
y miró la nieve.[2]
Un año tras otro,
tras otro y cada vez un año más, pasando los años. Callo y miro hacia la
infinidad, sabiendo que no hay otra respuesta.
*
-
Nunca dices nada. Es como hablar con una pared.
-
¿Por qué necesitas explicaciones para todo? —dijo Erlendur—. Hay cosas
que no tienen explicación. Y cosas que no necesitan explicarse.[3]
Pero siempre espero una explicación al saber
que no sé mucho y lo poco que sé ya no es necesario.
“No tengo más remedio que aguantar porque es
peor desesperarse”, repetía en las cartas que escribía desde el hospital.[4]
[1] Juan José Millás. Volver a casa.
[2] La voz. Arnaldur
Indriðason.
[3] La voz. Arnaldur
Indriðason.
[4] Nosotras. Rosa Montero. Palabras
atribuidas a Frida Khalo.
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