miércoles, 10 de julio de 2024

ABUELO, ¿CÓMO SE PIERDE LA VIDA?

                 La vida se pierde de muchas formas, hijo.

Se pierde cuando quieres vivir la vida de otros y no la tuya.

Se pierde criticando los errores de otros y no mejorando los tuyos.

Se pierde cuando te lamentas a cada momento por haber fracasado y no buscando soluciones para poder avanzar.

Se pierde cuando te la pasas envidiando a los demás y no superándote a ti mismo.

Se pierde cuando te enfocas sólo en las cosas negativas, y dejas de disfrutar las cosas positivas de la vida.

La vida NO se pierde cuando dejas de respirar, sino cuando dejas de intentar ser feliz.

 

                Un escrito que me llegó al WhatsApp, de algún poeta anónimo, digno de ser reproducido, es cierto, porque me gustó y porque encierra ciertas verdades, simples, es verdad.

 

                Eso me lleva a pensar que vivimos una vida de inconformidad que justificamos de diversas maneras para hacer llevadera la propia humanidad, cada uno se reconcilia con sus sentimientos de culpa como puede o como sabe. Y una de mis formas es precisamente esta: durante un rato, me siento mejor persona de lo que soy en realidad.[1]

 

… algo que le había oído a mi abuela cuando yo ya no era una niña y ella estaba enferma: «Muchas veces intentamos justificar nuestro comportamiento echando las culpas a los demás, a nuestra naturaleza o a la manera como van, o deberían ir, inevitablemente las cosas de la vida. Declaramos que ciertas decisiones o determinados comportamientos son ineludibles. Pero, con frecuencia, tanto estos como nuestras mil formas de justificarlos no son más que un síntoma de mediocridad moral». «Mediocridad moral»: dos palabras que siempre me han obsesionado, como una maldición o una condena[2].

 

Aquel hombre era ciego. Es curioso cómo los hombres muchas veces sólo ven lo que han decidido ver y no lo que hay realmente ante ellos.[3]

Tomado de Facebook
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[1] La disciplina de Penélope. Gianrico Carofiglio.

[2] La disciplina de Penélope. Gianrico Carofiglio.

[3] Circo Máximo. Santiago Posteguillo.

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