miércoles, 24 de julio de 2024

EN EL PASADO

             Pareciera que allá nos quedamos, como si lo pasado se pudiera solucionar. Muchas veces es mejor dejarlo pasar, que se quede en los recónditos escondites de la historia. Y el tema surge a partir de una frase dicha por un español, Santiago Posteguillo, en su libro El séptimo círculo, que dice:

 Aquí, ya saben, vivimos de espaldas a América, como si nunca hubiéramos tenido una dilatada historia común.

 Tuvimos una historia común, es cierto, para bien o para mal; para bien cuando fuimos bien gobernados, porque los hubo ilustrados, a pesar de su época; para mal, cuando sus gobernantes fueron abusivos, como solía ser en la mayoría de los casos de la época.

 Compartimos muchas cosas. Desde esa época lo hacemos, hablamos el español, y parece que mejor que ellos, a pesar de lo que puedan pensar. Compartimos mañas, dichos y mentares, podría decir algún viejo poeta español.

 Por derecho de sometimiento (según ellos) compartimos, nos mezclamos, y hasta nos sublevados, gracias a sus enseñanzas, pues la madre patria no ha sido símbolo de tranquilidad y hoy nos quejamos el uno del otro, como si no hubiera habido hermandad, no de aquella que suele definirle. Sino de la verdadera y real hermandad, esa que es quisquillosa, afectuosa y hasta grosera, pendiente y hasta dependiente, o hasta independiente o pendenciera, familiar así no se quisiera, la sangre obliga.

 Y dígase lo que se diga, hubo lazos que nos unieron, tanto que hasta las trampas y la animosidad las aprendimos, tanto que lo indio no se nos quitó, porque dicen por ahí que semos unos indios pa vivos.

 Y así no hayamos sido hermanos (o al menos buenos hermanos) algo familiar hemos heredado, porque ellos también se dieron cuenta, en su momento, que no éramos tan brutos como se imaginaban ni tan bobos como pensaban ni tanto como lo pensábamos de ellos.

 Y hoy, acaso vale la pena denigrar los unos de los otros, cuando la historia nos unión de alguna manera, para bien o para mal, o para ambos, claro está, pues es claro que hoy somos lo que la amalgama logró durante todo ese tiempo en que compartimos historia, para bien o para mal. Entonces me digo, para qué levantar ampollas por lo sucedido hace más de doscientos años? Acaso vale la pena? 

Existen ocasiones en las que es mejor hablar y no dar nada por sentado. Pero también existen ocasiones en las que es mejor callarse porque hay algo impalpable y valiosísimo suspendido en el aire y tus palabras podrían dispersarlo en un instante. Son dos conceptos simples. Lo difícil es saber cuándo aplicar una regla y cuándo otra.[1]

Tomado de Facebook
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[1] Las tres de la mañana. Gianrico Carofiglio.

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