lunes, 29 de julio de 2024

OLOR A PINTURA

                 Olores que traen recuerdos (lo que me hace recordar que ya en alguna oportunidad había escrito sobre los olores, sonidos y colores del recuerdo). Así es, volvió a mí el recuerdo a través de un olor particular, el olor de la pintura de paredes (el vinilo para mayor precisión). Son olores asociados, tal como acontece cuando se huele a aceite, pintura y el recuerdo me lleva a los tiempos que me los pasaba en un taller mientras arreglaban el carro. O el olor a trementina, a óleo, lo que me lleva a pensar en el deslizamiento del pincel o de la espátula, a la variedad de color, a la cantidad de imaginación que fluye.

                 El olor a pared, iba a decir, pero el recuerdo viene a mí aclarando que debo precisar ese olor, pues hay olor a pared mohosa, a pared de iglesia que es demasiado odiosa, a pared encementada recientemente, a pared mojada, a tantas paredes que me confundo en su descripción. No, me refiero a las paredes que están pintando en las zonas comunes del edificio. Ese olor de vinilo es el que me llevó a la añoranza, al recuerdo, es un olor indescriptible, simplemente huele a pintura vinílica (diferente a la de aceite o lacas), a pesar de que con el tiempo ese olor de pintura se viene desvaneciendo gracias a su fabricación, es decir, están matando la añoranza del recuerdo, pues sin ese olor característico muchas cosas vividas pasan al olvido.

                 Ese olor está en mí asociado a varias situaciones. Una de ellas es el olor de renovación y de estreno. También me lleva al recuerdo de familia o de trabajo, al de niñez, cuando la vieja casa que habitábamos era sometida al trabajo de remozamiento y las palabras de mi mamá al iniciar la tarea, en su natural afán, de pinto ligero por poco precio, era lo que había, me digo ahora. Y recuerdo la ansiedad de la propuesta de pintar, el deseo de iniciar, las primeras labores de revolver la pintura (y hacerla rendir, claro está), comenzar los brochazos (los rodillos aparecieron mucho después) y al cabo de algunas horas de trabajo, ver que no se avanza como se desea, llega el cansancio y con ello la siempre frase: para qué me metí en esta vaina! Situaciones contradictorias, lo sé, pero así sucedía se iniciaba con toda la gana y se terminaba maldiciendo cuando la tarea llevaba varios días, sin pensar en el desorden, el trasteo de acá para allá, las pisadas, las manchas, los chorreos y luego la recogida de basuras, la limpieza, el trasteo de allá para acá, lavado de brochas, porque nada debía desperdiciarse.

                 Pero es un olor de épocas remotas, de cuando había ímpetu para realizarlas, es olor de un recuerdo muy especial, para qué digo que no, si sí.

 Te haces viejo de verdad casi sin darte cuenta y luego es cuando empiezas a pensar en todo lo que podrías haber hecho y no hiciste. En fin, son cosas que se dicen cuando uno está cansado.[1]

Tomado de Facebook
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[1] La disciplina de Penélope. Gianrico Carofiglio.

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