lunes, 22 de julio de 2024

RARA SENSACIÓN

                 Amaneció el día nublado, sin perfilarse por ningún lado la posibilidad de que el sol pudiera cobijarnos al menos; de ese gris inviernoso que solo pronostica lluvias durante el día. Y es así como la sola panorámica del porvenir debilita las sensaciones de esperanza, de luz, de un buen día.

                 Al verle en el transcurrir del día me invadió una sensación extraña, no física ni mental o tal vez la última al verse el cerebro modificado por la esperanza de un grato día. Mentalmente pareciera que el todo se estuviera uniendo al presagio del día gris y gris se iba poniendo el pensamiento, ah! ingrato pensamiento y con ello voy entendiendo a quienes padecen un invierno prolongado, pues los presagios se deben tornar grises como el clima, incrustándose en la pereza, en el tedio, en la desazón.

                 Me invadió un noséqué, una sensación difícil de definir, difícil de explicar. Era como si debiera alguna plata y el cobrador estuviera merodeando por los contornos, pero no podía ser, no tengo deudas, me dije, salvo la del banco que ha sido llevadera; era como si me debieran plata y el deudor, a sabiendas de los dos, se estuviera camuflando en el mismo contorno, pero no podía ser, nadie me debía, salvo el banco en la cuenta de ahorros que algo habría. Pero qué carajos pasa, me dije, no le debo a nadie, nadie me debe nada (salvo el banco pero estamos ambos a buen recaudo), entonces, porqué esa sensación tan extraña de que debo o que me deben, pero que en ambos casos el encuentro entre uno y otro son desalentadores?

                 Ese noséqué duraba más de lo debido, sensación de querer salir corriendo y mandar todo al carajo, liberarse de ella con prontitud, abandonarla tal como había llegado, sin aviso, sin premonición y si era una premonición, lo mejor era mandarla al carajo, por donde había llegado. Pero es más fácil decirlo que sacudirse, rara sensación que perduró lo que permití, hasta que me cansé de ella y no sé bien si fue porque la mandé al carajo o porque cambié de pensamiento y me concentré en cualquier otra pendejada. Se escondió, lo sé, por ahí debe andar, esperando otro momento para volver a relucir y espero estar preparado para poder mandarla definitivamente al carajo, pues de lo contrario la sensación de culpa (ajena) se hará sentir nuevamente y esas sensaciones es mejor tenerlas atadas y bien escondidas, me dije.

 

A lo que el gusano llama el fin del mundo,
el resto del mundo lo llama mariposa.[1]

Tomada de Facebook
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[1] Lao-Tse, El libro de la Vía y de la Virtud. Ciado en Testigo involuntario. Gianrico Carofiglio.

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