A partir de una lectura
aparecieron las contradicciones cotidianas que lo ponen a dudar a uno hasta de
la misma realidad. Una conversación intrascendente, claro está, de novela,
claro está, pero no por ello menos cierto y que pone a dudar hasta al más
valiente, veamos entonces.
O (O es el hipocorístico
de Ophelia, una protagonista, aclaro) se ha regido siempre por la máxima que
afirma que «la ignorancia es felicidad». Esto la convierte, en su opinión, en
una de las personas más obstinadamente dichosas del planeta. Ella, por
descontado, ignora la procedencia de esa cita. Lo contrario sería un
contrasentido. (Thomas Gray, Oda a un paisaje lejano de Eton College, por si alguien
quiere saberlo).
Su
amigo le contesta: Lo que ignoras puede hacerte daño. Y mucho.
Dicen
que lo que uno ignora no puede hacerle daño. Tercia otro personaje. (La
ignorancia, ya se sabe, es felicidad). Pues se equivocan.
La
cuestión es que de pronto ambos están equivocados o ambos están acertados, todo
depende de cómo se vea.
Y esto
me lleva a un pensamiento que me rondaba, de la versatilidad del idioma y de
cómo se pueden implicar contrarios creando nuevas nociones, no muy acertadas en
mi pobre opinión, como, por ejemplo, siguiendo la misma lectura:
—El
realismo mágico no existe —replica Chon—. En el mundo real no hay magia.
—Ni realismo en el mundo mágico —dice O.
—Esto es el mundo real —contesta Chon.
—¿Cómo lo sabes? —pregunta ella.
Ahí le ha pillado.
A mi
también me pilló porque en purismo una cosa es mágica o es real (como por
ejemplo el matrimonio, que de magia se pasa al realismo, a pesar de García
Márquez), pero surgido el realismo mágico está en todas las artes, la
contradicción se quedó para siempre, a pesar de su contradicción.
Y de
ahí salté a la transformación idiomática de los últimos años, en casi todos los
ámbitos de la vida cotidiana, lo que me ha llevado a pensar, a raíz de
conversaciones oídas que quedé retrasado en el entendimiento de la conversación
a la que estaba acostumbrado, ahora oigo palabrejas que me parecen traídas de los
pelos, por lo que me tomé la molestia de copiarlas para constatar si soy el
único que se perdió en el camino idiomático, por lo viejo que estoy y que me
quedé atrapado en ese pasado mío.
En
arquitectura, por ejemplo, sabiendo que los arquitectos son dados a maximizar
su propio trabajo, oídas en Discovery Home and Health: La madera le da un
aspecto gentil a la casa (gentil a la casa?). El techo es casi demasiado
bajo (casi demasiado bajo?). La personalidad de la habitación (esta
se va ganando el premio). Es un lugar atemporal (esta superó la
anterior). Este cuarto respira cultura (ni que estuviera hablando de una
biblioteca y pensaba qué pensamientos surgirían al llegar al cuarto principal).
Es que es una diversidad funcional (por lo que vi era más bien
disfuncional). Con sus líneas limpias y frescas (refiriéndose a una
pared) y agregando: la pared se pinta de azul para abrir la sensación de
frío sicológico (lo que me trajo a la memoria los momentos en que mi mamá
me mandaba miradas de frío sicológico) y hasta me hizo reír oír cómo se definía
un estrecho pasillo como un angosto muy ancho.
Ahora
todos se valen de lo que antaño se llamaban las licencias poéticas que usaban
los conocedores de ese tema, los poetas de antes.
Y
baste mirar también los locutores deportivos con sus licencias y su pobreza
idiomática, que mi Dios me perdone, pero se pasan y que no profundizo porque la
lista se haría eterna. Como aquello del minuto noventa más uno, acaso es
diferente al minuto noventa y uno? Digo yo. O en otra alusión a la cultura, que
decía que el rey momo, el del carnaval de Barranquilla, que respiraba
cultura (Dios mío, si él representa al relajo, hasta a la indecencia, al
menos a lo que entonces se pensaba que era eso).
Pareciera que hoy lo mejor es hablar con eufemismos,
parece que así se ofende menos y pasa uno por más culto, como aquello que se
acaba de mencionar en Europa por el conflicto entre Rusia y Ucrania, gracias a
la sal que el Trump le agregó, que obliga a la misma Europa a tener más armas
de disuasión nuclear porque ya no es correcto hablar de bombas; como en
el actual gobierno que ya no se puede hablar de secuestros de poblaciones o
militares sino de retenciones transitorias, como si la palabra
amortizara el daño o se ofendiera deliberadamente a los secuestradores).
Y para terminar, como estamos en el moderno mundo de lo
ecológico, agregado para todas las actividades humanas, me llamó la atención
oír de las verduras ecológicas, esas no las conocía, pero deben ser más
caras que las verduras corrientes, con las que me alimentaron. O el ecosistema
de empresas o de comercio, al que aludió algún alcalde y el lago de
datos, al que aludió otro, en entrevista colectiva que en estos días vi.
Tal vez sea un viejito retrasado o atrasado o atrapado en
mi tiempo, pero sinceramente en el mundo actual me está quedando grande
entender el actual lenguaje, lo que quiere decir, en otras palabras, que ya ni
entiendo el lenguaje actual que no se sí es propio de mi propia atrofia senil o
que el futuro me atropelló.
… y ya sé que es una comparación difícil de entender
pero también es difícil de entender la relatividad del tiempo y todo el mundo
se la traga.
Tomado de Facebook
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Lo mejor que le
puede pasar a un cruasán. Pablo Tusset.