Leí un artículo que así se titulaba, de Sara Jaramillo
Klinkert,
que por cierto me gusta como escribe, que concluía:
Yo creo que es
importante elegir nuestras luchas y conocer nuestras posibilidades, pero es aún
más importante aprender a resignarse, a detenerse. Porque esa vida feliz y
perfecta que nos incitan a alcanzar no existe. Todos, eventualmente, seremos
atropellados. Sólo queda pedir sabiduría para distinguir si la resignación
viene de la pereza, el cansancio, la comodidad o la deformación de la realidad.
Y, sobre todo, mucha valentía: bien para detenerse, bien para seguir
pataleando, según sea el caso.
Y el
punto culminante fue esa afirmación, certera pero que nos negamos a aceptar: Porque
esa vida feliz y perfecta que nos incitan a alcanzar no existe. Y eso me
llevó a su vez a la otra lectura de novela negra que andaba leyendo, en que
hablaba del nihilismo
de un personaje, lo que a su vez me llevó a ilustrarme un poco sobre el tema,
pues la palabreja la oigo mucho y la investigo y cada vez que la leo tengo que
volver a investigarla porque la filosofía al perseguirme, me enreda y me hace
olvidar. Naturalmente mi conocimiento se limita a lo que me dice el doctor
Google al que le creo ciegamente, ante mi imposibilidad de profundizar en tan
profundos conocimientos. Eso he de confesarlo. No soy tan culto como parezco,
en mi caso todo es apariencia.
Y luego de mi rápida investigación (aunque suene a
sarcasmo), vi que unas de las características del nihilismo eran: Considerar
que la vida carece de significado, propósito o valor y Considerar
que la vida es lo que se hace, no lo que se dice que se debe hacer.
Parece que me va bien el nihilismo, tanto como me va el
ser agnóstico, o al menos pensar que lo soy, porque uno nunca sabe si se es o
si no se es, ahí está el dilema.
«Dadle a un hombre una máscara y os dirá la verdad»
Tomado de Facebook
474017176_2873967169425261_5085417532627184395_n
No hay comentarios.:
Publicar un comentario