Son cosas que no enseñan en el colegio, creo que ni
siquiera se aprenden en la vida porque parece que tenemos un mensaje
subconsciente que nos limita, por aquello de tanto oír eso de que no tienes
talento, no sirves para eso y de oírlo en los semejantes terminamos diciéndonos
a nosotros mismos lo mismo, con lo cual reafirmamos la creencia. No, no lo
merezco, termina uno creyendo.
De esa manera sabemos, no conscientemente, que nos
robaron la voz. Claro, hay que aceptar cuando no se tiene talento, cuando uno
no lo merece, cuando son ciertas las limitaciones que oímos. Pero igualmente es
claro que uno puede cambiar, las cosas no son tan categóricas como nos las
dicen, el arte hace el maestro y la repetición hace que uno mejore, no que se
convierta en un talentoso pero al menos nos hace ver que las cosas pueden
cambiar, aunque la pereza es mayor y es la que nos impide insistir y llevar la
contraria a lo que oímos. De esa manera nos robaron la voz y dejamos que así
fuera.
Nos
robaron la voz cuando nos castraron y nos dijeron que no teníamos ningún
talento, que no servíamos para eso, ni para lo otro ni para lo de más allá. Y
entonces debe llegar un momento de rebeldía o de conformidad. En el primer caso
la rebeldía puede hacernos demostrar, al menos a nosotros mismos, que sí
podemos, bien, mal o regular, pero que sí pudimos cambiar, solo basta con
aprender y con ello aprendemos a sentirnos mejor, al menos con nosotros mismos,
tal vez los otros no lo vean e insistan en nuestras falencias, pero desde que
aprendamos nosotros a que no todo lo que dicen es cierto, terminamos
sintiéndonos mejor, pues esa es la idea.
A la
sociedad que nos rodea hay también que aprender a llevarles la contraria,
porque no siempre la mayoría tiene la razón.
Desde entonces corre por mi sangre una sed de
aventuras maravillosas, pero todo lo que me gustaba resultaba irremediablemente
o ilegal o demasiado caro, por lo que la mayor parte de las veces he tenido que
conformarme con seguir, con algo de envidia, las aventuras de los demás. En el
cinematógrafo y en los diarios veo tantas cosas grandes y maravillosas que les
suceden continuamente a todo el mundo: quién gana una fortuna y quién la
pierde, quién es ascendido y quién degradado, quién asesina y quién es asesinado;
a mí no me sucede nada. La única vez que estuve encerrado en un ascensor toda
la noche con una señora, la señora era ancianísima y olía a moho; luego, cuando
miro por el ojo de una cerradura, veo siempre la misma cosa: otro ojo que me
mira.
Tomado de Facebook
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De acuerdo, nosotros debemos sentirnos mejor independientemente de lo que digan los demás. Debemos trabajar en nosotros mismos para mejorar día a día
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